El día antes al solsticio de invierno andaba yo camino del metro a eso de las cuatro de la tarde. Nada de especial tenía la situación hasta que, de repente, alguien se puso a regar sus plantas con un empeño fuera de lo común. Intenté averiguar quién estaba atentando contra los pocos viandantes que aquella hora pululábamos por la avenida. Sin embargo, me llevé una auténtica sorpresa...
A falta de testimonio gráfico,
una ilustración de Arthur Rackham
Como no localizaba el balcón busqué el punto justo donde caía el agua, pero no podía venir de ningún piso. Si tres carriles formaban la calzada, la cortina de agua desenvocaba justo en el del medio y ningún balcón sobresalía tanto. Entonces, me di cuenta de que aquella agua era la lluvia de una diminuta nube bien delimitada por un rayo de sol que la atravesaba. Aún sorprendida, encontré mi propio reflejo al otro lado de la calle cuando descubrí a una mujer también perpleja ante la visión de tal maravilla. A falta de una cámara, me quedé un instante memorizando aquella imagen. Luego, el tic-tac del reloj me obligó a seguir mi camino.Hoy quisiera enriquecer un poco más mi anécdota sobre esta nube tan hermosamente reivindicativa e individualista. En primer lugar, me considero muy afortunada por haber presenciado un fenómeno metereológico tan raro. En segundo lugar, no dejo de pensar que el agua fecunda la tierra. Así que ojalá la lluvia de esta nube fortalezca mis proyectos hasta hacerlos realidad. Deseo que extiendo a
tod@svosotr@s.