Revista Cultura y Ocio
No voy a perder más tiempo del que destrozos como éste merecen. Y tengamos en cuenta que pasé casi dos horas en la función. El tiempo lo pierdo en elogiar el excelente libreto para tan desastrosa obra.
Se trata obra de 1939 de Lillian Hellman "The Little Foxes". Una obra que muestra la decadencia económica, cultural y sobre todo, moral del estado de Alabama y por extensión, del sur y del mundo, en los años posteriores a la Guerra de Secesión de los Estados Unidos. Es la situación geográfica - y quizá la temporal - una excusa para mostrar el surgimiento de un mundo que, si no es nuevo en lo ambicioso y mezquino, sí lo es en unos métodos que ni siquiera guardan las debidas formas que la moral cristiana indica.
Este mundo lo representa la familia Hubbard, los hermanos Regina, Oscar y Ben. Una familia de origen humilde que se abre paso sin mesura en el mundo decadente de una aristocracia sureña casi extinta.
Frente a ellos, el viejo sur: educado, cortés, sereno y pulido con el que el espectador tiende a identificarse olvidando su propia naturaleza humana, representado por la mujer de Oscar, Birdie y por el marido de Regina, el banquero Horace y la hija de ambos, Alexandra. Ellos tres, con o sin lazos de sangre, forman una familia de altos valores morales que hace frente, pobremente, a los Hubbard.
Pero lo que parece un texto maniqueo y blandengue muestra que el educado y moralmente superior Sur es aristocrático, ajeno a la realidad y esclavista.
Mientras Horace se preocupa con la maldad de los Hubbard, no demuestra mucha conmiseración con los pobres de la localidad. Mientras Birdie añora la música, la hacienda y la elegancia del pasado, niega cualquier maltrato a los esclavos que para ellos trabajaban. En cuanto Alexandra tiene oportunidad, toma partido por una parte de su familia sin hacer el mínimo esfuerzo por comprender a la otra.
A la vez, vamos descubriendo que los mezquinos Hubbard no pretenden, engañando y robando, otra cosa que sobrevivir en un mundo que, hasta la victoria militar y económica del norte, les ha negado la posibilidad siquier de enriquecerse.
A Regina, por ser mujer, ni se le permitió disfrutar de la herencia moderada que su padre les legó.
Al final, la maldad nueva no es nueva y la bondad vieja no es buena. Todos demuestran estar tocados por la podredumbre de la especie y se acaba mostrando como la maldad no es sino un deseo de huída del destino, mientras que la bondad es, simplemente, mantener lavados los sepulcros y vivir del dinero que produce la mezquindad, mientras se mira disimulando hacia otro lado.
Pero lo que nos trae hasta aquí es la representación.
Aunque el título original significa "Los pequeños zorros", o "los zorrillos", fue pésimamente traducido en España para su versión cinematográfica como "La Loba", lo que creo que a la pretenciosa Nuria Espert le debió parecer adecuado a sus ambiciones.
Porque esta "gran dama del Teatro" ejecuta una de las peores exhibiciones que este bloguero ha tenido posibilidad de ver en un escenario, televisión o cine. Es cierto que aprovecha sus inmerecidos galones para atraer hacia sí toda la atención del texto, dejando en segundo plano a los demás personajes. Pero esto se puede considerar una intención de Hellman.
Lo que no se puede dejar pasar es el uso de determinados tics y entonaciones de serieta de Telecinco para provocar risas en el público (por cierto, un club de tísicos maleducados) que rompen la tensión y la credibilidad de los personajes y su relación.
Estruendosa e histriónica, como buena actriz de éxito en el teatro o el cine españoles, se acompaña divinamente por una cuadrilla de gritones y prosódicos actores en su mayoría catalanes que no abandonan la musiquilla de su lengua vernácula en ningún momento, dejando la sensación de que los campos de algodón y las textiles no están en Alabama, sino en Mataró.
Carmen Conesa, como la protagonista, pasada de años para el papel. Aunque menos histriónica, el mismo problema de la entonación. Y el resto, pues de desastre... desgañitándose para aparentar método de voz, con entonación lectora y consiguiendo que se acabe transfiriendo la tensión del escenario a nuestros relojes, que parecen no avanzar.
Por último, agradecer a la Dirección de Gerardo Vera la simpatía de resucitar a la Mammie de "Lo que el viento se llevó" con una actriz que repite el infeliz acento que le colocaron a Hattie McDaniel en el doblaje español de aquella película.
Finalizando y resumiendo. No vayan, cómprense el libro o esperen a que la representen actores verdaderos, de esos que no viven solo del lisonjeo de la prensa y los compadres, mientras son incapaces de ocultar su propio acento.
Como muestra del desastre, el video promocional de la obra en el que, además de comprobar que nadie se ha enterado de nada en esa obra, hay cortos extractos de la "representación". No da para ver mucho; pero, creanme... no quieren ver mucho.