Esta ausencia de temperaturas extremas, mezclado con la exuberante vegetación y el aire puro andino provocan un beneficio para la salud que ya noto desde hace algún tiempo, pues mis eternos dolores de espalda y de cabeza llevan bastante tiempo sin aparecer, haciendo innecesarias mis otrora regulares obligaciones de nadar para mantener mis dolencias en silencio.
Una de las cosas que más me llamaba la atención al llegar a Ecuador fue el ver tanta gente muy mayor (me refiero a mas de 85 o 90 años) que día a día trabaja en el campo sembrando y cuidando el maíz, la yuca, la papa, el café… y es que como dicen por acá, “aquí todavía estamos duritos”. No me cabe duda de que es por las bondades del clima, a pesar de que el sol da más duro por estar más cercano. Ya conté alguna vez que la protección solar normal que me pongo sobre todo para carnaval es de un factor 50.
Por la mañana tempranito una manga larga fina, y a partir de las 9, manga corta todo el día hasta la noche que caiga la niebla y de nuevo una manguita larga para protegerse del escaso frío, aunque bajar a 16º para la gente de acá ya es gélido, pues se ven hasta bufandas para el cuello. Lo veo un poco exagerado, estoy acostumbrado al frío de una ciudad donde los inviernos el termómetro no sube de los 10º y por el carácter húmedo la sensación térmica es todavía de mas frío.
Ahora que está tan de moda la búsqueda de la “calidad de vida”, aquí tenéis un sitio donde esa definición es ley.
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