La lotería

La encuentro
en el rellano, el ascensor, la puerta del patio.
Esgrime
la bondad desde una sonrisa de blanca intermitencia.
Lleva colgado perenne en el bolso
el presentimiento de que este año sí,
de este (cada) año no pasa.
Dice
que tiene algo de bruja por parte de su bisabuela.
Dice
que me pondrá una librería de esas modernas
a las que van las chicas guapas a beber vino 
y escuchar poesía.
Pero que no escriba esas cosas tan tristes y malhabladas.
Y que coma, dice que coma, que estoy en los huesos.
Su alegría aguanta en pie durante una época del año
y se desmorona en húmedos añicos
desde el veintiuno de diciembre hasta que compra otro décimo.
Quiero contestarle
que la lotería es el chantaje emocional del sistema,
el impuesto revolucionario del capitalismo,
el arancel por la remota posibilidad de cornisa para el precipitado.
Pero al momento
escucho derramarse el hedor de la miseria por su medianera.
Contemplo el hambre solitario y goloso en sus pómulos.
Y me digo que ella no se merece
que le hagan lo mismo que me hago yo cada minuto.