Revista Cultura y Ocio

La lucha contra el olvido, Patrick Modiano

Publicado el 24 septiembre 2019 por Kim Nguyen

Apellidos, nombres, fechas de nacimiento. A veces se indica la ciudad de este nacimiento. Nada más. Lo mismo para ochenta mil hombres, mujeres, niños. Se trataba del Memorial de la deportación de los judíos de Francia, que publicó Serge Klarsfeld en 1978. Lo erigió en solitario, descifrando a menudo con esfuerzo listas escritas sobre papel cebolla. Sentí admiración por Serge Klarsfeld y su mujer Beate, que luchaban desde hace más de diez años contra el olvido. Me consideré en deuda con este hombre por habernos causado, a mí y a muchos otros, una de las mayores conmociones de mi vida.

Su memorial me ha revelado lo que no me atrevía en verdad a mirar de frente, debido a un malestar que no conseguía expresar. Escribí demasiado joven un primer libro donde trampeaba con lo esencial, tratando de responder con despreocupación a los periodistas antisemitas de la Ocupación, pero se trataba de darse ánimos, de hacerse el entendido cuando uno tiene miedo, de hablar fuerte en la oscuridad. Tras la aparición del memorial de Serge Klarsfeld, me sentí como si fuera otro. Averigüé entonces de qué clase era el malestar que experimentaba. Y, de pronto, dudé de la literatura. Puesto que su principal motor es con frecuencia la memoria, me parecía que el único libro necesario que había que escribir era este memorial, tal como Serge Klarsfeld lo había hecho. No me atrevía en esa época a ponerme en contacto con él, ni tampoco con el escritor cuya obra es a menudo una ilustración de ese memorial: Georges Perec.

Quise seguir el ejemplo que me había ofrecido Serge Klarsfeld. Consultando día tras día su memorial, esa lista de apellidos y nombres, intenté localizar un detalle suplementario, una dirección, una mínima indicación sobre la vida de esta o aquella persona. Algunos habían dejado huella y podían ser fácilmente identificados: el boxeador Young Perez; escritores como Irène Nemirovski, David Vogel, Benjamin Fondane u Olga Goutvein; Edith Hirchowa que era pintora; Sonia Mossé a la que se podía encontrar a menudo en el café de Flore; Ruth Kronenberg, la amiga del poeta Roger Gilbert-Lecomte; Annette Zelman, la novia de Jean Jansion; Jean-Pierre Bourla, que tenía diecinueve años y que era alumno de Sartre en el liceo Pasteur; Robert Tartakovsky, crítico y editor de arte… Pero descubrí también que Niela Szirazen, nacida en Polonia, fue enviada a Auschwitz porque un guardián de la paz consideró que su tarjeta de identidad no estaba en regla. Vivía en el 14 de la calle Amandiers. Henri Benachevitz era sastre de hombres y vivía en el 16 del bulevar Filles de Calvaire; Bercou Blum fue despojado de la nacionalidad francesa y era dentista-quirúrgico, vecino del 12 de la calle Léonce-Reynaud, en el distrito XVI; Vladimir Dyck, deportado junto con su mujer y su hija, era compositor y vivía en el 79 de la avenida Breteuil; Yvonne Géange era comadrona en el 38 de la calle Pascal, en el distrito X; Gabrielle Margoline, del 104 de la avenida d’Orleans. Hay otros, que figuran sólo con el nombre en el memorial, sin fecha de nacimiento. Y en el convoy del 24 de agosto de 1942, esta mención desgarradora: Niño sin identidad nº 122 (Beaune-la-Rolande). Niño sin identidad nº 146 (Beaune-la-Rolande). Niño sin identidad nº 146 (Beaune-la-Rolande).

Serge Klarsfeld publica hoy el Memorial de los niños judíos deportados de Francia y prosigue su ejemplar combate contra el olvido.
Contra el olvido. Es el título de un libro en el que Henri Calet trata de recuperar, entre las calles y las brumas de los suburbios, a aquellos cuyos nombres y direcciones estaban inscritos en los muros de Fresnes.
El azar quiso que un día diera con un anuncio que apareció en el Paris-Soir del 31 de diciembre de 1941: «PARÍS. Se busca a una joven, Dora Bruder, de 15 años, 1,55m, rostro ovalado, ojos gris-marrón, abrigo sport gris, pullover burdeos, falda y sombrero azul marino, zapatos sport marrón. Ponerse en contacto con el señor y la señora Bruder, bulevar Ornano, 41, París».
Volví a encontrar el nombre de Dora Bruder en el Memorial de la deportación de los judíos de Francia que publicó Serge Klarsfeld en 1978. Se hallaba en el convoy que partió de Drancy el 18 de septiembre de 1942. Sólo se mencionan su apellido y su nombre. BRUDER, DORA. Sin fecha de nacimiento. Luego, el que debía de ser su padre: Bruder Ernest. Fecha y lugar de nacimiento: S.0599, Viena. Nacionalidad: apátrida. Luego, en el convoy del 11 de febrero de 1943: Bruder Cécile. Fecha y lugar de nacimiento: 17.04.07, Budapest. Nacionalidad: rumana. ¿Se trataba de la madre? Estos padres y esta joven que se perdieron la víspera del día de año nuevo de 1942 y que, más tarde, desaparecieron los tres en los convoyes hacia Auschwitz, no dejan de obsesionarme.

Gracias a Serge Klarsfeld, podré averiguar quizás algo más sobre Dora Bruder. En su Memorial de los niños ha reunido 1.500 fotos. Habría querido ―escribe― «un libro de 11.000 páginas con 11.000 rostros». Son fotos de familia, de un domingo en el campo, con el hermano mayor, la hermana pequeña, el perro. Fotos de chicas jóvenes. Fotos de amigos en la calle. Sonrisas y rostros confiados, cuya aniquilación nos hará sentir hasta el final de nuestras vidas una terrible sensación de vacío. Por ello no es extraño que a veces no nos sintamos del todo presentes en un mundo que ha matado la inocencia.

Patrick Modiano
Avec Klarsfeld, contre l’oubli
Libération, 2 de noviembre de 1994

Foto: Dora Bruder, rodeada de sus padres

Previamente en Calle del Orco:
El impulso de escribir siempre parte de una desaparición, Patrick Modiano
Soñé que Georges Perec tenía tres años, Roberto Bolaño


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