Seamos claros: toda la presidencia de Donald Trump ha sido una lucha continua contra los medios de comunicación y la prensa hostil, el Estado Profundo, el establishment e incluso algunos miembros de su gobierno que lo han traicionado. Esa lucha continúa ahora en la recta final de su primer mandato presidencial.
El fraude electoral demócrata, ya ampliamente demostrado y expuesto, se ha convertido en un combate para evitar el robo de la presidencia. En realidad es el robo a casi 75 millones de votantes de Trump. La complicidad de los enemigos habituales del presidente, los antes citados, ha llevado al país a un punto crítico. Los Republicanos Sólo de Nombre (RINOs) se han aliado con el establishment y el Partido Demócrata para echar al presidente legítimo como sea. No importa dar cobertura legal al fraude y aupar a Biden a la presidencia si con eso se quitan de en medio al hombre que ha expuesto su corrupción y su deslealtad.
El 6 de enero, cuando se reúna el Congreso para certificar al nuevo presidente y vicepresidente, sabremos quiénes son los valientes patriotas que dan un paso al frente y apoyan al presidente Trump y quiénes los traidores; sabremos si finalmente hay una elección contingente en la que Trump pueda certificar su justa victoria legal y ser reelegido, o si por el contrario Biden es certificado como el (fraudulento) ganador de unas elecciones que han corrompido en los estados en disputa.
Estas últimas semanas, Trump ha pasado el tiempo tejiendo alianzas con senadores y congresistas, así como desarrollando estrategias que le permitan ser reelegido constitucionalmente. En ningún momento ha dejado de lado su trabajo como presidente. Así, ha seguido haciendo frente al Partido Demócrata, los medios manipuladores y el Estado Profundo; ha vetado el nuevo proyecto de ley de estímulo económico del coronavirus por incluir pagos directos a los estadounidenses en menor cuantía de lo que él defendía (600 dólares frente a los 2.000); ha vetado la Ley de Autorización de Defensa Nacional de más de 740.000 mil millones de dólares, aprobada en el Congreso, debido al fracaso del mismo en poner fin al peligroso riesgo de seguridad nacional y la integridad electoral que representa la Sección 230 y por no eliminar la cláusula que requeriría el cambio de nombre de ciertas instalaciones militares, por ralentizar el despliegue de 5G en los EE. UU, por limitar los fondos que los presidentes pueden usar para responder a emergencias nacionales, evitar que los presidentes respondan a los ataques contra el país sin un voto del Congreso, y para exigir que los demócratas no puedan cambiar el nombre de las bases militares y discrecionalidad para que los presidentes puedan retirar tropas de Afganistán, Alemania y Corea del Sur, entre otros temas.
El presidente Trump tiene una cita importante con la historia el próximo 6 de enero. Es el camino a la victoria. Ese día, el vicepresidente, Mike Pence, tendrá frente a él decisiones importantes que tomar, pero también todos los republicanos en el Congreso.
Todos los enemigos del presidente están juntos para sacarlo de la Casa Blanca. Trump tiene el apoyo incondicional de casi 75 millones de estadounidenses y un puñado de leales patriotas que seguimos combatiendo a su lado en este momento decisivo de la historia americana. La lucha sigue y, pase lo que pase el 6 de enero, continuará contra esos mismos enemigos que están robando las elecciones, la democracia y la libertad, que están vendiendo el país a intereses extranjeros y pretenden desmontar los fundamentos de esta nación