“La aspiración a la utopía y su persistencia no guardan relación directa con el optimismo o el pesimismo, que son estados de ánimo, sino que están vinculadas precisamente a este heroísmo del espíritu que nos incita a luchar contra el cansancio y contra la catástrofe.”
Miguel Abensour
Hace unos días me regalaron un libro de Comisiones Obreras sobre la lucha sindical, socio-sindical mejor dicho, que habían llevado a término los trabajadores de Fontaneda de Aguilar, junto a la gente del pueblo. Me parece oportuno hacer unas reflexiones de las luchas llevadas a cabo en nuestra ciudad, principalmente por las y los trabajadores organizados de diversas empresas en los últimos años: SEDA, SAS, NUTREXPA, …
La formación socio-política, tan abandonada en los procesos educativos, sobre todo en educación superior donde nos dedicamos a la creación de autómatas exclusivamente profesionales, debería realizarse de una manera más reglada. Hay una carencia generalizada de análisis socio-político entre la mayoría de la población. Al representante político hay que exigirle que se involucre en los conflictos colectivos que implican pérdida de empleo, es su responsabilidad, su obligación como cargo público. Que se moje por la parte débil y no que plantee una equidistancia que acaba siendo apoyo implícito a la empresa.
Las y los trabajadores, además de profesionales, también tenemos una serie de derechos y debemos luchar para conseguir nuevos y mejorar las condiciones de vida de nuestra clase, la clase trabajadora. Esta lucha, es justa en la medida que defendamos mejorar las condiciones de vida de la mayoría social. Es preciso externalizar dicho proceso de la problemática concreta de trabajadores de la empresa X a la ciudadanía, que cada vez más gente se dé cuenta que tener trabajo o no tenerlo, tenerlo más o menos precario no nos convierte en personas de clase distinta, sino simplemente estropea más o menos nuestras condiciones de vida, nos permite vivir más o menos dignamente, mantener nuestra casa o luchar para no perderla. Algo que tendríamos conseguir generalizar para todas las personas por el simple hecho de serlo.
Cuidado con los discursos xenófobos, ningún ser humano es ilegal, o liberales, las personas siguen siéndolo aunque no trabajen o sean explotadas en sus puestos de trabajo. Defendemos un discurso propio de personas dignas: Pan, trabajo y techo, como reivindicaba la marcha de la dignidad del pasado 22 de marzo. Solidaricémonos con los y las trabajadoras en lugar de competir feroz y verbalmente contra ellos.
En un proceso de crisis dentro de la empresa, donde ésta ha decidido tomar una decisión que repercute sobre las condiciones de trabajo: la supresión de puestos de trabajo o la viabilidad de la empresa o su deslocalización, los trabajadores padecen un clima de agobio psicológico del que no hablan las encuestas de empleo. Son protocolos de actuación que tienen las empresas, es lo que se llama mercado libre o el mercado se autoregula. (Para lo que los de su parte quieren con el beneplácito de las reformas laborales que permiten esas posibilidades).
Como persona cercana a la lucha por los más desfavorecidos me solidarizo con quienes tienen que padecer esta situación e intento cambiarla desde mi condición de trabajador interino de la Junta de Castilla y León, y desde la de representante político de la ciudadanía en el Ayuntamiento, que me permiten empatizar con las dificultades de estas personas, desde el conocimiento concreto de la realidad que inunda de nombres mi cabeza: Mari Luz, Charo, Cano, Juan, Diego, … pero sobre todo de caras de gente que está luchando por salir adelante.
Muchas de estas precariedades son incapaces de generar solidaridad entre quienes las sufren, el desempleo es tremendamente desmotivador, quienes viven la incertidumbre de su puesto de trabajo están más preocupados por solucionar su futuro, los y las trabajadoras precarias tienen condiciones indignas lo cual hace más complicado reivindicar nada porque es mejor estar explotado laboralmente que marginado por el sistema. La explotación no tiene porque conllevar lucha por la liberación, para ello hace falta organizarse y socializar la lucha fuera del ámbito de la empresa.(En sindicatos, partidos políticos o movimientos sociales.)
Si la lucha tiene sentido es desde una perspectiva comunitaria, desde un sentimiento de los de nuestra parte, desde una salvación colectiva de la mayoría, de quienes nos hemos visto inmersos en una lucha no deseada en la que vamos a tener tiempo y esperanza para que salga adelante. Merece la pena reivindicar trabajo para todas y todos como dice nuestra Constitución(art. 35)y generar procesos que permitan a quienes viven esa complicada experiencia tener una amplitud de miras más allá de su empleo y del de los trabajadores de la propia empresa. La lucha sindical también es un proceso de formación socio-política que permite ampliar miras a marchas forzadas.