El 14 de noviembre de 2016 la luna estaría más cerca de la Tierra de lo que nunca había estado en las últimas décadas y habría que esperar hasta 2034 para volver a verla tan cerca. Todo ese bombardeo mediático hizo que miles de personas salieran de sus casas esa noche para ver la luna gigantesca y lo cierto es que la única explicación al asombro que experimentaron era que seguramente los últimos meses no habían levantado la cabeza para ver a nuestro satélite.
Lo cierto es que la diferencia entre esa "Superluna" y cualquier otra luna de Perigeo, cada 13 meses y 18 días, que es el momento en el que la luna pasa más cerca de la Tierra cuando orbita a su alrededor, es prácticamente imperceptible.
Al día siguiente de la superluna consulté el programa The Photographer's Ephemeris, que permite conocer con exactitud la trayectoria que seguirá la luna desde su salida hasta el momento que se oculte y comprobé que pasaría cerca de la catedral si me situaba en el lugar adecuado, así que llamé a mi amigo Juan Hevia que vive justo en el lugar que había pensado y parasité su terraza durante media hora para esperar el momento.
Y la luna no falló a su cita y después de temer durante unos minutos que algunas nubes en el horizonte arruinaran el espectáculo, asomó grande, redonda y anaranjada justo en el sitio esperado. Quizás no tan cerca como el día anterior, quizás no tan brillante, pero igual de bonita.
Ese día casi nadie se acordaba de la luna, ya no era noticia y seguramente mucha gente no volverá a mirar al cielo nocturno aunque solo tendrían que esperar poco menos de un mes para volver a ver la luna llena.
NOTA: haced clic en la foto para verla mejor
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