Conocí a Antonio Muñoz Molina hará casi 20 años. Acudió un día a los estudios de Radio Nacional en Zaragoza, donde yo trabajaba entonces, para que le realizasen una entrevista con motivo de la promoción de uno de sus libros. Me lo encontré en la recepción, lo saludé y le dije que éramos casi paisanos (él, de Úbeda, Jaén, y yo, murciano). Antonio me miró a los ojos y exclamó: “Murcia, qué luz tenéis allí. No hay otra igual”.
Siempre recuerdo esta anécdota cuando leo algo suyo. Y, lógicamente también, cuando escuché días atrás su discurso en los premios Príncipe de Asturias. Sus palabras sonaron tan elocuentes como la elegancia que destila su prosa. Sin embargo, a pesar de su tono crítico desde el riguroso respeto al acto en el que se enmarcaban, no ha faltado quien discrepe por variadas razones del académico, e incluso quien llegue a descalificarlo.
En un país como el nuestro, donde como decía Machado, de cada diez cabezas, una piensa y nueve embisten, nadie puede aspirar a la unanimidad manifiesta. Eso ya lo sabíamos. Mas el texto que Muñoz Molina leyó en Oviedo fue un ejemplo de mesura para poner los puntos sobre la íes en esta sociedad nuestra tan maltrecha públicamente, y en la que “los que trabajan ven menguados sus salarios mientras los más pudientes aumentan obscenamente sus beneficios, en un país asolado por una crisis cuyos responsables quedan impunes mientras sus víctimas no reciben justicia, donde la rectitud y la tarea bien hecha tantas veces cuentan menos que la trampa o la conexión clientelar; un país donde las formas más contemporáneas de demagogia han reverdecido el antiguo desprecio por el trabajo intelectual y conocimiento”. Se podrá decir más alto, pero no más claro. Muñoz Molina quiso poner luz en aquella tarde del Teatro Campoamor, como esa que tanto admiraba de la Murcia vecina a su tierra. Y claro que lo consiguió, aunque haya a quien parezca molestarle.
![La luz de Muñoz Molina La luz de Muñoz Molina](http://m1.paperblog.com/i/222/2224169/luz-munoz-molina-L-S2KHwN.jpeg)