Neoyorkino de nacimiento, atrevido por naturaleza y enérgico en su profesión. Tanto es así que su carácter excéntrico ha sido noticia, en más de una ocasión, al causar desencuentros con algunos de sus actores de rodaje. Sin embargo, David Owen Rusell es también protagonista de algunas grandes obras cinematográficas de los últimos años, como The Fighter.
Su trayectoria profesional podría ser perfectamente fruto de inspiración de uno de sus propios guiones, en los que su actor principal hace tambalear sus pilares fundamentales. Rusell se inició en el mundo de los cortometrajes con Hairway to the Stars. No obstante, no sería hasta sus largometrajes Spanking the monkey y Flirteando con el desastre cuando su nombre se haría hueco en el mundo del cine independiente, llegando a exhibirse en el Festival de Sundance. El escaso presupuesto con el que contaba Spanking the monkey no fue un impedimento para conseguir una buena recaudación en taquilla. Quizás su título grosero (“dando nalgadas al mono”) captó la atención del público. Tal fue la popularidad de este film que Ben Stiller y Patricia Arquette se incorporaron al elenco de actores de su largometraje en 1996.
En estos inicios ya podemos detectar esa tendencia a la introspección y las crisis existencialistas que inundan las tramas de este director, aunque David sitúa sus guiones en un género orientado más hacia la comedia que al drama.
En 1999, su cierto renombre en la industria contribuyó a que Tres Reyes contase con George Clooney como protagonista, un soldado rebelde tras la guerra del Golfo. Su tono ácido y satírico, así como cierto matiz periodístico en la forma narrativa busca, ante todo, la autocrítica a la política estadounidense. Este es, quizás, uno de los guiones más alejados del estilo de Rusell. Su historia fue bastante aclamada por la crítica, aunque una acalorada discusión Rusell vs Clooney difuminó, en cierta medida, su éxito.
Extrañas coincidencias se presentó en 2004 como un arriesgado experimento del neoyorkino donde reunió actores de la talla de Naomi Watts, Dustin Huffman o Mark Wahlberg. Esta obra buscó ser una oda al existencialismo que, a pesar de su buen comienzo de guión, termina desinflándose según trascurren los minutos. Su aceptación por el público, en general, no fue la esperada y es aquí donde se inicia un antes y después en la trayectoria de Rusell.
Sumido en una gran crisis tras su fallida producción, David se inicia en otro proyecto que termina en un estrambótico fracaso. Este cúmulo de inesperados infortunios provoca en el director caer en una especie de limbo creativo, al que además se suman sus problemas familiares. Es en este momento, donde el propio Rusell cierra su primera etapa profesional y comienza una segunda etapa mucho más aclamada por la crítica y los espectadores.
Como todo buen ave fénix, en 2010, Rusell resurge y presenta una de sus obras maestras: The fighter. Un drama que muestra detrás del ring la vida de un boxeador que se aferra a este deporte como forma de mantenerse a flote a pesar de todo, y que ve en su hermanastro la posibilidad de cumplir su frustrado sueño. Christian Bale, Amy Adams, Mark Wahlberg componen esta desestructurada familia basada en hechos reales. Una narración de rápidas transiciones y un ritmo quizás demasiado acelerado en su resolución final, por el que Bale se sacrificó perdiendo diez kilos para dotar de una mayor credibilidad a este guión de calidad notable.
Siguiendo con su obsesión por el enfoque introspectivo de sus personajes, en 2012 sale a la luz Silver Linings Playbook (El lado bueno de las Cosas). En esta ocasión Bradley Cooper y Jennifer Lawrence configuran una historia de amor entre una joven viuda y un hombre recién dado de alta del psiquiátrico. Esta trama sigue intensificando aún más el carácter existencialista del que Russell dota sus creaciones. Sin embargo, en esta ocasión el director se queda mucho más cerca de la comedia romántica a pesar de llenar de una gran carga emocional algunos de los puntos clave de su estructura narrativa. Esta metáfora a la superación ensalzó aún más a Russell ante el público con sus 8 nominaciones al Óscar que culminaron con la estatuilla para Lawrence.
No es realmente hasta American Hustle cuando Russell recurre al artificio para adentrarnos en la época de los 70, con una trama policiaca con enredos políticos que lleva como lema “mentir para sobrevivir”. Sus cuatro potentes actores principales (Cooper, Bale, Adams y Lawrence) y fieles a este realizador, entraman una historia llena de ambición y bajas pasiones donde se busca una cuidada estética minuto a minuto, característica suya.
Y, para finalizar, debemos hacer mención a Joy. Un film que se centra mucho más en la propia identidad de sus personajes que en anteriores trabajos a través de una mujer luchadora que busca una estabilidad económica para su familia con la fabricación de una novedosa fregona. Jennifer Lawrence se pone en la piel de una mujer de armas tomar que arriesga todo para llegar a promocionar su producto en programa de teletienda y lograr su sueño americano. Una trama de ritmo lento (en ocasiones, demasiado) que muestra una vez más la química en la gran pantalla entre Bradley Cooper y Jennifer Lawrence.
Momentos de luz y tinieblas, cambios bruscos de ritmo pero siempre con una cuidada estética protagonizan la trayectoria personal y profesional de un director que busca dar una nueva visión a historias reales adentrándose en lo más profundo del ser humano.