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La sucesión presidencial que viene, a estas alturas tiene como ingrediente principal el temor fundado del regreso del PRI a los Pinos; un temor que se ha manifestado en alianzas espurias que corrompen los principios partidistas de la izquierda. De la mano, el PAN y el PRD han empujado candidaturas de ex priistas a lo largo y ancho del territorio nacional, con lo cual han logrado asestar sonoras derrotas en estados como Puebla, Oaxaca, Guerrero y Baja California Sur.Posiblemente ronde en la cabeza de más de uno de los actores cupulares, la posibilidad de una alianza entre el PAN y el PRD para contender por la presidencia de la república; el mismo Felipe Calderón, en su papel de primer panista, ha manifestado la necesidad de encontrar personajes ganadores, políticamente hablando, aun fuera del redil de Acción Nacional; la figura y los ominosos números de Enrique Peña Nieto obligan a los adversarios del PRI a decisiones extraordinarias.Más que pronto la rispidez se tornará más desagradable al multiplicarse las descalificaciones, por hoy, el temor blanquiazul y amarillo los obliga a verter adjetivos y comentarios dolosos contra la causa tricolor de gobernar México, afortunada o desafortunadamente los puntiagudos dardos hieren más el orgullo capital del PRI que el ánimo del electorado simpatizante. Su vuelta de ocurrir, la han comparado con el retorno de Santana, como si el deleznable y caduco dictador pudiera escapar del infierno de los políticos y poner sus siniestras intenciones en el México de hoy.Ha la fecha surgen los agoreros de la política anti priista, estos se mesan los pelos, vierten en ellos sal y cenizas y poniendo los ojos en blancos, manifiestan las malignas consecuencias que se abatirán sobre México de retornar el PRI; los acongojan los malos presagios de la numerología, la maldad priista los encabeza y miran en el advenimiento tricolor la marcha apocalíptica de los jinetes; como si lo ahora vivido con las narco ejecuciones, femenicidios y otras chinches diabólicas no fueran la misma manifestación de la maldad humana, la más pura hiel de una obra de terror, escrita por la mano de la impunidad y la debilidad gubernamental. Apenas años atrás el PAN encabezó una campaña contra López Obrador, considerándolo el enemigo número uno de la patria; para los panistas, olía a azufre el tabasqueño y rengueaba su pata de cabra, la más escueta sociedad de la altura panista, obligadamente se persignaba ante su presencia; ahora, de acuerdo a la inquisidora mirada del panismo, la esencia de la maldad política recae en el priismo encabezado por Peña Nieto.
López Obrador, a la vuelta de una nueva hoja política, pasó de ser némesis panistas y mesias perredistas a convertirse en la personificación de un dolor de muelas para sus correligionarios que ven con malos ojos la firme postura adoptada con respecto a las alianzas, López Obrador, posiblemente sea un personaje antidemocrático cuando sus intereses están en riesgo, pero en esta ocasión, en honor a la verdad se ha mantenido congruente y rechaza las alianzas por considerarlas sin más sustento ideológico que la conveniencia de vencer al PRI. Ciertamente que el soberbio manejo publicitario de Peña Nieto posiciona a su partido a la delantera en la carrera de la sucesión presidencial; el PRI ya se afila el pico y las uñas, quizá las mismas uñas que tiempo atrás desgarraron las tripas del país. El PRI potencia sus posibilidades en la figura de Enrique Peña Nieto; posiblemente de ganar, vendría un gobierno, tal cual se conducen los priistas en el Senado y en el Congreso, tal cual deciden sus asuntos políticos y de partido; quizá, sin un ápice de democracia, pero si con un orden y una disciplina piramidal que muchos de los males que ahora aquejan al país se irían de golpe.¿Será cierto? que más sabe el diablo por viejo que por diablo, la desgracia de esta gran nación, no recae en la cercanía con Estados Unidos, recae en la certeza dogmática de que tan malo el pinto como el colorado; las generaciones de políticos de antaño, han infectado o destruido a los de ogaño; los políticos jóvenes, las nuevas filas que deberían representar la sangre nueva y la renovación de las ideas en este país, traicionan sus principios en pos de la herencia del poder, la juventud política de algunos, nos es más que un saco pestilente repleto de viejos vicios.Coyuca para los coyuquenses, es el pedazo de patria que por destino, voluntad o libre albedrio escogimos para vivir, lógicamente los buenos coyuquenses quieren a su pueblo, quieren verlo prosperar y en paz. Coyuca no es un seco y estéril pedazo de tierra donde deambulan destinos humanos; ni el botín de políticos rampantes picoteando el fruto de su rapacería, Coyuca es el solar de vida, puerto y destino de nuestras aspiraciones; Coyuca aspira un mejor gobierno, la grandeza de un pueblo, su energía y virtud tienen el tamaño de su gente y su gobierno; por allí reza el dicho de que los pueblos tienen el gobierno que merecen; de ser cierto, Coyuca merece extraordinario gobernantes, su gente tiene hambre de un presidente municipal que cavile en el crecimiento municipal no, en el tamaño del pastel que llevarán a casa cuando su responsabilidad termine.Ni perredista, ni priista, ni malogrado convergencistas, sólo un hombre con el tamaño moral suficiente para echarse a cuesta la tarea de un excelente gobierno que enorgullezca a los coyuquenses.