El otro día un buen amigo publicó un breve artículo en EL DIARIO VASCO que tituló Libertad de expresión. En él hacía mención al «incidente» de la madre del Papa, algo de lo que se ha estado hablando mucho en los últimos días. De hecho yo tenía previsto ya un artículo sobre el tema en el blog, pero aprovechando la publicación previa de José María, le pregunté si podía mencionar su artículo y así contrastar nuestras opiniones. Me dijo que sí, de manera que aquí estoy.
El comentario sobre la madre del Papa. ¿Un patinazo mediático?
El actual Papa se distingue por su cercanía y por sus desenfadadas manifestaciones ante la prensa, pero lo bien cierto es que sorprendió a propios y extraños cuando dijo aquello de «Si se mete con mi madre le pego un puñetazo» (o algo así), añadiendo que eso era «algo normal». Todo ello vino a raíz de lo ocurrido en París con el atentado a la revista Charlie. Como dice mi amigo José María Rubio en su artículo: «¿Dónde está la otra mejilla? ¿Dónde empieza y dónde termina la libertad de expresión? Termina donde comienza la ofensa» Llegado a este punto es donde discrepo (solo en parte) con José María. Es cierto que es una buena teoría, pero una teoría que, en caso de ser llevada a la práctica, cercenaría de raíz la libertad de expresión. Seamos sinceros, a todos nos ofenden ciertas cosas, ya no que las digan de nosotros, sino de alguien a quien estimamos, o sobre algo que defendemos. Si cada vez que uno se sintiera ofendido por algo tuviera capacidad para eliminar el comentario del otro… acabaríamos todos mudos. La libertad de expresión debe ser más flexible para que sea efectiva.
Ahora bien, llegados a este punto, también cabría preguntarse si son necesarias ciertas manifestaciones o burlas contra las creencias de los demás. Personalmente no lo considero necesario y nunca publicaría algo así en mi blog, pero porque simplemente me parece de mal gusto y no va conmigo. Eso sí, como soy un defensor acérrimo de la libertad de expresión lo doy por bueno aunque no me guste si lo hacen los demás.
Cosa distinta serían las calumnias. Ni yo ni nadie podemos decir que fulanito o menganito ha matado a su abuela si no tenemos pruebas fehacientes de ello, o bien porque ya sea un hecho conocido por haber sido juzgado y condenado por tal crimen. Yo creo que la línea divisoria de la libertad de expresión está más en ese punto, en la difamación, que no en la burla o la ofensa.
La madre del Papa, ¿una comparación desafortunada?
En cuanto a lo del asunto de la madre del Papa, creo que fue una comparación desafortunada del pontífice; a nadie le gusta que se metan con su madre, pero ¿justifica eso la violencia? Si ese simple hecho justifica ser violento (y dar un puñetazo es violento aunque sea el Papa quien lo dé y no estemos hablando de matar a nadie), ¿no estaba con ese comentario justificando de algún modo lo ocurrido en el atentado? Si a todo eso añadimos que nuestra legislación y la de otros países, como ya comenté recientemente en otro artículo, abolió la blasfemia pero sigue condenando las ofensas a las religiones… ¿Cómo de profundo fue el comentario sobre la madre del Papa? En cualquier caso, un patinazo mediático del pontífice.
Ramón Cerdá