Revista Cultura y Ocio

La magia de baden- baden

Por Luis G. Magán @historiaymundo

1Sonoro nombre, para una pintoresca ciudad. El reclamo de sus aguas termales en un marco incomparable ha hecho que, desde el mismísimo emperador Caracalla, hace dieciocho siglos, la nobleza europea haya elegido este lugar del sur de Alemania como retiro en algún momento de sus vidas.

Fue en la segunda mitad del sigo XIX y en los primeros años del XX  cuando vivió su máximo esplendor, sobre todo por ser el lugar elegido por la  aristocracia rusa para disfrutar de sus vacaciones.

Los palacios, el teatro, sus hoteles y balnearios, conservan ese aire decimonónico que mantiene el espíritu de aquella época.

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Pasear por el Lichtentaler Allee, suntuoso jardín de estilo inglés a orillas del río Oos, o perderse entre las pérgolas y fuentes de la Gönneranlage, precioso parque construido a principios del siglo XX, es un placer que nos transporta fácilmente a un tiempo de elegantes damas de largos vestidos, y caballeros bigotudos que, desde aquí, dirigían los destinos de la vieja Europa.

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A pesar del siglo transcurrido desde la desaparición de la sociedad de los zares, es curioso encontrar resquicios de aquel tiempo, como la iglesia rusa que, coronada con sus cúpulas bizantinas, se esconde entre sus calles, o el extraordinario museo Faberge, del que me traje un bonito recuerdo en forma de huevo que en su interior escondía una preciosa carroza real.

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Las calles de Baden-Baden son un lugar amable por el que pasear, con multitud de rincones donde descansar después de una jornada de relax en uno de los muchos centros de spa o balnearios que inundan la ciudad. Gracias a las ofertas para todos los gustos  podemos disfrutar de lo que un día fue un placer para unos pocos elegidos  y que por suerte, nuestra sociedad ha sido capaz de popularizar.

Ahora bien, la exclusividad que establecieron esos nobles primero y luego los ricos burgueses, sigue estando presente y llama mucho la atención el lujo insultante de algunos hoteles o el ambiente peculiar de su casino.

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Hoy podemos ver cómo esa nobleza camuflada que, seguramente camina entre nosotros, se mezcla con los ricos árabes nacidos al calor de los petrodólares que, sin ningún pudor, pasean alegres por sus calles, mientras unos pasos por detrás desfilan sus mujeres tapadas hasta los ojos.

Estos días en los que la intolerancia se ha convertido en protagonista de nuestras vidas, me han venido a la cabeza imágenes de aquellos días en Alemania. En un lugar donde la intransigencia llevó al borde del abismo

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a todo un continente y donde los símbolos después de tantos años siguen estando presentes, en una ciudad en la que volvimos a tropezarnos con los Stolpersteine, pequeños adoquines dorados que nos recuerdan que no hace tanto tiempo en aquel lugar  desaparecían personas por defender sus ideas o por no aceptar las normas establecidas, ver aquellas sombras sumisas consideradas inferiores por el hecho de ser mujeres, encerradas en sus cárceles de tela caminando por sus calles me pareció insoportable, y no puedo dejar de pensar en esos pocos pasos que señalan la distancia insalvable que separa  nuestras  sociedades.

Desde el imponente monte Merkur al que se accede por uno de los funiculares más empinados del mundo, nos despedimos de Baden-Baden, disfrutando a vista de pájaro de la belleza espectacular que encierra la ciudad y el hermoso valle que la rodea, al pie de la Selva Negra.

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LA MAGIA DE BADEN- BADEN

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