Hace un año visité a mi gran amiga Isabel en Haiti. Recorriendo sus calles, dialogando con sus habitantes, me maravillé con esta pequeña nación caribeña.
Es inevitable no pensar en pobreza o en catástrofe natural cuando nos referimos a Haití. Sin embargo, este país es más que eso. Para hablar de Haití es pertinente también referiste a la importancia de su historia, a su riqueza cultural, a la fuerza de su gente; un país que en su pasado combatió grandes imperios, una nación reconocida como la primera república negra, convirtiéndose en un ejemplo a seguir por otras naciones.
Haití es también un pequeño país con una inmensa riqueza cultural, la música se oye en las esquinas, caminamos y encontramos colorido en sus fachadas, en los vestidos de sus gentes, en las pinturas que sus artistas disponen sobre los muros, en los diseños y magia de sus buses tap-tap que recorren las ciudades. Bien así, el arte Haitiano ha sido un referente de grandes artistas (ejemplo: Basquiat,… ) y desde hace algún tiempo, importantes exposiciones de arte haitiano llegan a grandes capitales del mundo.
Sorprendentemente encontré que en los grandes mercados de su capital, se venden alimentos a la par de su arte popular. Los mercados son lugares donde se pueden adquirir productos de uso cotidiano y al mismo tiempo encontramos estantes de autentico arte haitiano. La capacidad creadora de sus ciudadanos no tiene limites: sus habilidades se ven reflejadas en su producción artística, recursividad y creación altamente ingeniosa.
Visitando el Museo al aire libre en la ciudad de Puerto Príncipe, un callejón en el centro de la ciudad que alberga obras de grandes dimensiones, me encontré con esculturas jamás antes vistas. Cráneos humanos, desechos de basura, cabezas de muñecos, latas, linternas, alambres, electrodomésticos dañados, y todo tipo de objetos reutilizados, dan vida a formas artísticas, algunas representan deidades, personajes mitológicos que a primera vista nos parecen terroríficos, nos inspiran miedo y generan cierta repulsión, pero que en sí cautivan nuestra curiosidad, muchas de estas son representaciones de una simbología única producto de una amalgama cultural y herencia de culturas africanas.
En este lugar conocí a André Eugène, escultor, uno de los artistas fundadores de este lugar. André Eugène acababa de llegar de un viaje por Dinamarca, su arte lo ha llevado a diferentes rincones del planeta, cautivando a aquellos que reconocen un arte autentico en sus creaciones. Obras profundamente místicas, cargadas de símbolos religiosos que invocan la bondad de los dioses, son algunas de las piezas que André Eugène nos enseña. Buscando crear en su arte una expresión de lo sagrado, mezcla en algunos casos representaciones propias del catolicismo y del vudú.
Galerías de arte en diferentes puntos de la ciudad muestran creaciones de artistas haitianos, el arte también esta presente en sus calles, en sus mercados. Aquí les muestro algunas fotografías de esta maravillosa visita, particularmente del Mercado de Hierro y del Museo Al Aire Libre de Puerto Príncipe, dos lugares que todo amante del arte debe considerar visitar.