Nunca he vivido en otra ciudad que no fuera esta, pero los que se fueron no tienen la exclusividad sobre la nostalgia. Paseo por las calles y recuerdo aquellos cines que ya no son, esas salas donde vi los clásicos de los 80, donde di el primer beso, donde reí y lloré, donde podía quedarme a un segundo pase gratuito si la película me había gustado.
Amo el cine desde que tengo uso de razón. Seguramente se lo deba todo al videoclub que tenían mis padres, un local mágico al que iba todos los días al salir del colegio, donde hacía los deberes rodeada de imágenes de Paul Newman, Marilyn Monroe, Terminator, Cazafantasmas, El Padrino...me sentaba sobre la imagen de Humphrey Bogart en un taburete y desde allí observaba a los socios y sus elecciones cinéfilas. Los viernes podía llevarme varias películas para verlas el fin de semana, y pronto dejé de llevarme las de Parchis, Disney, "Annie" y similares para llevarme los grandes clásicos. Respeto (pero no termino de acostumbrarme) a quienes me dicen que no ven nada en blanco y negro porque es muy antiguo o los actores ya no viven.
Publicidad del videoclub de mis padres.
Aquel lugar idílico tuvo que cerrar cuando llegaron a la ciudad otros más grandes pertenecientes a grandes cadenas, algo similar a lo que ha sucedido con los cines, aquellas pequeñas salas de toda la vida han ido desapareciendo y han sido sustituidas por los grandes multicines. Por eso, cuando supe que con motivo del 25º aniversario de su estreno, "Cinema Paradiso" se proyectaría de nuevo, no dude en que iría a verla al único cine de toda la vida que queda en la ciudad.
Fue realmente emocionante verla en la gran pantalla el pasado fin de semana, acompañar al inolvidable Toto desde su infancia a la madurez compartiendo su pasión por el séptimo arte, su concepto de la amistad y su crecimiento personal. Ennio Morricone se encargó, una vez más, de poner música a tan bella historia italiana. Un maravilloso tributo al cine, a la vida pasada, a las raíces de nuestras pasiones, aficiones y sueños. El séptimo arte como refugio en tiempos difíciles, como forma de entender la vida y la cultura en lo próspero.
Visita al interior de una sala de cine.
Salí del cine emocionada, sintiéndome afortunada por haber tenido la oportunidad de verla en la gran pantalla, afortunada también por mi infancia, por mi pasado más cercano, cuando tuve la oportunidad de ver el interior de una sala de cine y que me explicaran cómo funcionaba. Fue, en definitiva, una velada impregnada de buen cine, nostalgia y buenos recuerdos.