En el ámbito político no se puede llamar hijo de puta a nadie, por más que sea una expresión muy común y presente en nuestra mejor literatura.
Lo que ocurre es que Dª Margarita no goza de muchas simpatías entre la militancia socialista; ella prefiere ignorarlo y sigue dando lecciones sin afiliarse. De ahí que se le calentara la boca a un diputado.
A esta mujer, mejor que insultarla es describirla, analizar su trayectoria desde la Secretaría de Estado de Interior en 1944 hasta el Consejo del Poder Judicial-donde creó un lobby que efectuaba los nombramientos-pasando por el Supremo, donde no dejado un grato recuerdo.
Siempre hipercrítica, jueza estrella con aires de dama de hierro, generadora de conflictos y con una marcada tendencia a mandar desde la sombra.