La magnífica labor de un traductor y el poco reconocimiento de su trabajo
¡Hola, hola! Sí, sigo viva. Ahora mismo escribo desde el portátil de mi hermano porque como sabéis el mío ha muerto. Llevo desde hace unas tres horas con él y es impresionante lo bien que va: no se calienta, va rápido, no se apaga solo, no pesa nada (la Tablet pesa más). Una pasada de portátil, ¡quiero uno igual!
Bueno, ayer tuve un día horrible de dolores menstruales en los que no voy a entrar en detalle, pero deciros que pensaba que me moría... pero no, no morí y afortunadamente la tarea que tenía que hacer para ayer en el Campus Virtual (página online donde los profesores ponen enlaces y abren tareas para que subas archivos, dudas, etc.) duraba hasta hoy. Así que la he hecho ahora y me ha gustado mucho porque trata sobre los traductores y a mí me parece una profesión increíble.
¿No es fantástico estar leyendo un libro en tu lengua materna y que parezca que el autor original la escribió en esa lengua? Y a lo mejor el autor es japonés o noruego, así que en realidad, el mérito de que te puedas emocionar leyendo esas páginas es de los traductores. Personas que no solo están presentes en los libros de novelas, sino en folletos de publicidad, revistas y más cercanos a mí, los traductores de las series. Para los que nos gustan verlas en inglés con subtítulos en español.
Mi vocación desde niña siempre ha sido la docencia, recuerdo que le daba clases a mi primo Edu pero el pobre no daba pie con bola y yo acababa harta. Pero al ratito volvía y seguía dándole la vara. Y con mi hermano pequeño igual, la de cosas que le he enseñado y la de horas que el pobre ha aguantado pacientemente oyéndome hablar sin decir ni mú. También tuve la experiencia de dar clases particulares y me encanta, creo que no hay nada más bonito que enseñarle algo a alguien y abrirle la mente a un nuevo mundo donde luego puede que le guste quedarse o no. Pero si se queda en él, sería un triunfo para el docente. Así me pasó a mí con el francés gracias a una profesora que llegó en 2º de la ESO llamada Alicia que nos hablaba tan fluidamente en francés que enseguida me enamoré del idioma y del 8 no bajaba en mis exámenes. Por ella estoy en esta carrera y aunque ella no lo sepa, es un triunfo de su profesión como maestra.
Yo quiero vivir esas mismas experiencias, pero también quiero vivir las de leer un libro escrito por otro pero traducido por mí al español. Claro, lo normal y lógico es traducir siempre a tu lengua de origen, para evitarnos dolores de cabeza, pero no descarto traducir del español al francés alguna que otra novela corta. Un buen traductor no deja huellas de su presencia en el libro, no debe dejarlas, muchos aficionados o amateurs hacen tremendos desastres en los libros porque su "trabajo" no es remunerado y entre otras cosas, no tiene unos estudios sobre traducción y para traducir prefiere un traductor automático a un diccionario en papel. A esas personas no las considero traductores, lo siento por ellos.
Pero el gran problema para un escritor es cuando tu libro ha sido traducido palabra por palabra a otro idioma pero su esencia no. Me explico, hay expresiones españolas que no existen en otro idioma (yo misma acabo de usar "no dar pie con bola", "dar la vara" y "no decir ni mú" en un mismo párrafo) y a veces hay que darle un giro a una misma frase para que cobre sentido. Sin esta adaptación de la lengua extranjera a la materna, la lectura pierde su esencia y el lector reconoce enseguida que hay algo que le chirría. De ese chirrido nos habla precisamente Antonio Muñoz Molina en el texto que he tenido que resumir hoy (en francés, claro) para la tarea del Campus Virtual. Os dejo el enlace por si os interesa:
Los traductores - Antonio Muñoz Molina
¿Cuál es vuestra vocación profesional?
¡Un besito!¡Hasta la próxima entrada!Edith.