Otra vez esa imagen terrible. Recuerda demasiado al final de la dictadura de Franco, a los comienzos de la transición. La policía, traicionando a su pueblo y disparando contra los manifestantes que también están protestado por lograr condiciones de vida más dignas para las fuerzas de seguridad. Qué triste que gente del pueblo se ponga al lado de los poderosos. Son traidores que nunca han recibido nada que no sea desprecio y algunas migajas escupidas. Les basta para envilecerse.
En cómo se resuelvan estos asesinatos se juegan su suerte los procesos democráticos. Si los compañeros encubren a los asesinos, los políticos los justifican, los periódicos los ensalzan, los curas los perdonan, los jueces los absuelven y la ciudadanía se resigna, los estarán matando dos veces. Y el espíritu de la historia, en vez de desplegarse, se replegará avergonzado hacia la caverna donde su mal olor será su seña de identidad.