El debut de Alana S. Portero en la ficción me ha dejado con el corazón encogido Y es que esta novela con conciencia de clase nos muestra el proceso de crecimiento y descubrimiento de una niña encerrada en el cuerpo de un niño que, a base de vivir escondida y de intentar comprenderse, lleva al lector a transitar el amargo camino de habitar una sociedad que no acepta la diversidad.
Todo un acierto el uso de la primera persona para entrar de lleno en las vivencias y en las reflexiones de un personaje al que acompañaremos desde su niñez hasta su juventud y con el que reiremos y lloraremos mientras recorremos el ambiente obrero del San Blas de los ochenta, arrasado por la heroína, a la par que nos muestra la humanidad y la solidaridad entre vecinos.
En La mala costumbre la sororidad entre mujeres arrasa las páginas con momentos entrañables y es que, pese a la dureza de las vivencias narradas, el lector pasa el amargo trago gracias a la ternura y a la sensibilidad que derrocha la autora llevándonos de la mano hasta una atmósfera íntima llena de confidencias en una desesperada búsqueda de identidad.
Y todo ello lo logra con una prosa cuidada que a menudo flirtea con un tono poético y que alcanza su máximo esplendor no solo en los vívidos diálogos, sino en las descripciones detallistas no solo de escenarios, sino principalmente de emociones.
Una novela tan deslumbrante como cruda. Un doloroso viaje vital escrito con extrema delicadeza.