Revista Coaching

La mala madre

Por Candreu
La mala madre
Semana más corta de lo normal con sesiones en Canarias y en Elizondo (Navarra). He podido disfrutar de un par de días de descanso con Alicia en la paradisiaca isla de Fuerteventura antes de participar en el IV Congreso de Turismo de la Isla. Y antes de partir hacia Sudamérica este próximo lunes para dar sesiones por allí las próximas dos semanas.
Pero pasado mañana es primer domingo de Mayo, y se celebra el día de la madre. Hace años leí este texto:
"Yo tuve la peor mamá del mundo. Mientras otros niños podían irse al colegio sin desayunar, yo tenía que tomarme el zumo, los cereales y las tostadas. Cuando los demás niños tomaban refrescos y dulces para el almuerzo, yo tenía que conformarme con comer bocadillos y zanahorias.
Mi madre insistía en saber todo lo que hacíamos, donde estábamos, con quien salíamos y quienes eran nuestros amigos. Parecía que estábamos encarcelados. Insistía en que si decíamos que íbamos a tardar una hora, que realmente tardáramos una hora y no dos.
Me da vergüenza admitirlo, pero hasta rompió la "Ley contra el trabajo de los niños menores", e hizo que fregáramos los cacharros, hiciéramos nuestras camas, nos aplicáramos con nuestras tareas de la escuela y muchas cosas más; hasta creo que se quedaba despierta por la noche pensando en las cosas que podría obligarnos a hacer, tan sólo por molestarnos: Que si lávate los dientes, peínate bien, vete a la cama que ya es hora, respeta a los mayores, obedece... Siempre insistía en que dijéramos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
Así, entre tanta crueldad, transcurrió mi infancia. Cuando llegamos a la adolescencia y fue más sabia, nuestras vidas se hicieron aún más miserables. Nadie podía tocar el claxon para que saliéramos corriendo, nos avergonzaba hasta el extremo de obligar a nuestros amigos a llegar hasta la puerta de la casa para preguntar por nosotros.
Pasaron los años y resulta que todos sus hijos somos felices. Hemos sabido superar las dificultades de la vida y desarrollar magníficas relaciones tanto en la familia como en la Iglesia y en nuestros trabajos. ¿A quién debemos culpar de nuestra situación actual?
Nuestra "mala madre" en realidad es la mejor del mundo. Porque ahora nosotros tratamos de educar a nuestros hijos como hizo nuestra madre. Me llena de orgullo cuando mis pequeños me dicen que soy "mala", y sonrío recordando mis propios arrebatos de cólera y le doy gracias a Dios por haberme dado la "mamá más mala del mundo".

Si nuestras madres fueron así de malas, ¿no crees que deberíamos expresarle más a menudo nuestro más profundo agradecimiento?

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