Revista Opinión

La maldición del petróleo en Nigeria

Publicado el 19 marzo 2020 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

El río Níger desemboca en el océano Atlántico en la costa de Nigeria, creando un delta de una extensión de cerca de 20.000 kilómetros cuadrados. Esta región, de gran valor medioambiental, está dividida en nueve estados dentro del país y tiene una población aproximada de treinta millones de habitantes de más de cuarenta grupos étnicos diferentes. Sin embargo, no es esta rica diversidad la que ha puesto al delta en el foco internacional, sino algo que yace en el subsuelo: el petróleo. Nigeria es el décimo país del mundo con mayores reservas de petróleo, por delante de Estados Unidos, y la practica totalidad de ellas se concentran en el delta. A pesar de ello, esta fuente de riqueza no ha repercutido en la población local.

Además, la región ha sido considerada una de las zonas más contaminadas del mundo a raíz de la actividad petrolera, lo que ha provocado la ruina de buena parte de los habitantes que dependían de la agricultura o la pesca y una tasa de desempleo del 35 %, una de las más altas de todo el país. Por si fuera poco, la importancia de este enclave ha llevado al Gobierno a militarizar la zona para mantenerla bajo control. Todos estos ingredientes han generado desde hace décadas un conflicto latente que estalla periódicamente, atrayendo por unos días la atención de la comunidad internacional para luego volver a perder el interés de los focos.

La maldición del petróleo en NigeriaDespués de recorrer cinco países, el río Níger desemboca en el Atlántico en la costa nigeriana del golfo de Guinea, formando un amplio delta. Fuente: Wikipedia

El delta del Níger bajo el periodo colonial 

Por distintos motivos, desde hace siglos el delta del Níger ha sido un rico enclave para el cultivo y el comercio. Desde el siglo XI, el delta estuvo gobernado por distintas ciudades-Estado, los reinos de Oyo y Benín, y otras tribus que continúan viviendo en el delta hasta la fecha, como los Ijau o los Ogoni. Cuando los portugueses llegaron a estas costas en el siglo XV, comenzaron a comerciar con los pueblos locales para obtener marfil, aceite de palma o esclavos. A finales del siglo XIX los británicos se hicieron con el control de la región gracias a la Real Compañía del Níger y establecieron dos protectorados, uno en el sur y otro en el norte de la actual Nigeria, que acabarían por unirse en 1914 en la colonia de Nigeria, pero cuyas diferencias perduran hasta la actualidad. Dado que la esclavitud se había abolido hacía escasos años, lo que interesba a los británicos en el delta era el aceite de palma, el cacao, el algodón o los anacardos. Durante este periodo colonial, Reino Unido alentó una serie de rivalidades entre las comunidades locales, haciéndolas competir entre sí para conseguir el control de las rutas y los mejores contratos comerciales. 

Desde muy pronto, los británicos comenzaron también a hacer exploraciones petrolíferas, concediendo todos los derechos sobre el petróleo en el territorio de Nigeria a la compañía petrolera angloneerlandesa Shell. Pero no fue hasta 1956 cuando se encontró en Oloibiri, en el delta del Níger, el tan ansiado oro negro. Cuatro años más tarde, al calor de ola de las otras independencias que se estaban dando en África, el 1 de octubre de 1960 se declaraba la independencia de Nigeria. El nacimiento del Estado nigeriano iba a ir inevitablemente de la mano del desarrollo de la industria petrolífera. Había nacido el petro-Estado de Nigeria. 

Para ampliar: “Salvando el cartel del petróleo”, Trajan Shipley en El Orden Mundial, 2018

La construcción del petro-Estado

Desde sus orígenes, el gran quebradero de cabeza de Nigeria ha sido cómo repartir la riqueza petrolera. Con la llegada de la independencia, la industria petrolera se nacionalizó: la Compañía de Refinación de Petróleo pasó a tener una titularidad mixta, controlada en un 40% por el Estado nigeriano, y el resto repartido entre varias multinacionales como Shell Nigeria, las estadounidenses Chevron y Exxon o la italiana Eni. Este reparto ha cambiado con el tiempo y en la actualidad el Estado controla un 60% de la Compañía. No obstante, la participación restante dota a las multinacionales de peso relevante en la política nigeriana, dándoles la capacidad de solicitar la intervención del Ejército nigeriano cuando ha sido necesario para velar por sus intereses. Tal influencia de las petroleras ha alimentado las tensiones entre las distintas comunidades locales, y se ha favorecido a unas frente a otras: a veces es difícil distinguir dónde acaban los intereses del Estado y empiezan los de las petroleras. 

La geopolítica de Nigeria

Pese a que la producción de petróleo se concentra en el delta del Níger, esta región ha visto cómo la llegada de esta industria ha empeorado su economía y calidad de vida. Paradójicamente, el aumento de las exportaciones de petróleo provocó una sobrevaloracion de la moneda nigeriana a principios de los años setenta que redujo el atractivo de otros productos nigerianos y, por tanto, de las exportaciones agrícolas. Además, los millonarios beneficios que comenzaba a traer el petróleo nunca repercutieron en la población local, no solo por la corrupción, sino porque el Gobierno federal repartía estos beneficos con una cuota prefijada a todos los estados del país, tanto a los productores como al resto. Este reparto puede parecer una forma lógica de distribuir la riqueza, pero dado el deterioro que han sufrido los estados del delta a causa de la extracción, el sistema de cuotas ha acabado provocando que sean los más deprimidos de Nigeria.

No obstante, la principal causa de que la economía del delta esté totalmente estancada es la constante degradación de la región a raíz de los vertidos de petróleo y la quema de gas. Se calcula que se han vertido al delta cerca de dos millones de toneladas de petróleo desde el comienzo de las extracciones, lo que hace de Nigeria el país con mayores derrames de petróleo del mundo. El sabotaje de las infraestructuras o el robo del petróleo son dos de las causas de estos vertidos, aunque los más graves han tenido lugar debido al mal mantenimiento de las infraestructuras por parte de las petroleras, con estándares de calidad muy por debajo de otros países. Salvo contadas ocasiones, las petroleras casi nunca han tenido que asumir responsabilidades por ello. Además, cada año se emiten en la zona setenta millones de toneladas de dióxido de carbono. Un entorno así hace prácticamente imposible desarrollar tareas como la pesca o la ganadería, y la mayor parte de la población se ve abocada al desempleo o a migrar. 

La maldición del petróleo en NigeriaVertidos de petróleo en el delta del Níger desde enero de 2016. Fuente: Oilspillmonitor

Para ampliar: “Adónde migran los africanos”, Pablo Moral en El Orden Mundial, 2018

El frustrado proyecto de la República del Delta del Níger

Todos estos problemas económicos comenzaron a aflorar en los años 1960. A ello se unió la frustración por la falta de representación política en el recién creado parlamento federal controlado principalmente por las regiones del norte del país. Ese descontento social desembocó en la declaración de independencia de los territorios del delta en 1966 bajo el nombre de República del Delta del Níger. Junto a la proclamación, se declararon nulos todos los contratos con las petroleras. Pese a todo, el sueño de independencia no duraría mucho, pues a los doce días el Ejército nigeriano reprimió duramente al movimiento secesionista. Un año más tarde, la comunidad Igbo repetiría estos pasos declarando la independencia del estado de Biafra, también en el delta. Las aspiraciones secesionistas de Biafra tenían su origen en históricas tensiones étnicas entre los Igbo y las comunidades del norte de Nigeria, pero también en un reciente reparto territorial que privaba a los Igbo del petróleo de sus tierras. La declaración de independencia acabó degenerando en una guerra civil más conocida como guerra de Biafra; un conflicto que duraría tres años y se saldaría con cerca de un millón de muertos. 

La Nigeria resultante tras la guerra en 1970 reorganizó su estructura territorial para ampliar el número de estados a costa de empequeñecerlos: se pasó de cuatro estados a doce, que en la actualidad se han convertido en treinta. Con ello se trató de apaciguar los conflictos territoriales y debilitar a los movimientos secesionistas, reforzando el poder central. Los años 1970 vieron la sucesión de varios golpes de Estado que no impidieron que la industria del petróleo siguiera creciendo. En 1971, Nigeria entró en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) como el quinto mayor productor de la organización. Para entonces, el petróleo había pasado de ser el 25% al 40% de los ingresos del Estado, mientras cultivos como el cacao o el algodón caían en picado en el delta y la población se veía obligada a emigrar a la ciudad o a convivir en un medio que les ofrecía pocas posibilidades. 

Las movilizaciones pacíficas continuaron durante estas décadas. El objetivo de las protestas no era solo el Gobierno, sino también las multinacionales, a las que se acusaba de obtener beneficios millonarios a expensas de la miseria y contaminación del delta. En 1990, la comunidad Ogoni, la más numerosa de la región, creó el MOSOP, el Movimiento por la Supervivencia del Pueblo Ogoni. Este movimiento pacífico pedía la autonomía para el pueblo Ogoni y reparaciones de las petroleras por la contaminación de su tierra. Su líder, Ken Saro-Wiwa, un famoso guionista y escritor, fue de los primeros en señalar que los derechos de las minorías estaban estrechamente ligados a la defensa medioambiental del delta de Níger y que, por tanto, la contaminación del delta podía ser considerada un genocidio

Estos mensajes colocaron al MOSOP en el punto de mira del Gobierno y de la Shell: cualquier protesta en defensa del medioambiente en el delta era por extensión una amenaza al régimen político. La junta militar no dudó en cortar este movimiento de raíz, y tras continuos hostigamientos y matanzas, el Gobierno asestó el golpe definitivo al MOSOP en 1995. Saro-Wiwa y otros ocho activistas fueron detenidos y condenados a muerte. Sin embargo, su ejecución les convirtió en mártires y marcó el inicio de una serie de protestas no solo entre los Ogoni, sino en todo el delta, que obligaron a cerrar temporalmente algunos de los yacimientos. La comunidad internacional también respondió mediante un boicot a productos nigerianos y en Europa se llegaron a sabotear estaciones de Shell, a la que se acusaba de ser cómplice en la represión, puesto que había pedido contundencia contra las protestas. 

La maldición del petróleo en NigeriaLa ejecución de Ken Saro-Wiwa, líder del MOSOP,  junto a otros ocho activistas marcó el incio del conflicto armado en el delta del Níger. Fuente: Platformlondon 

Para ampliar: “La larga sombra de los mercenarios en África”, Luis Martínez en El Orden Mundial, 2019

La militarización del delta, un camino sin retorno

Las ejecuciones marcaron un antes y un después en el conflicto, puesto que se trataba del asesinato de los líderes de lo que hasta entonces había sido un movimiento pacífico. Desde entonces, los ataques del Ejército a las comunidades que protestaban fueron mucho más violentos y se saldaron con decenas de muertos, como fue el caso de la revuelta Ijau en 1999. Además, por aquel entonces empezaron a sumarse al conflicto milicias armadas de pequeños grupos locales apoyados por la junta militar nigeriana con el objetivo de enfrentar entre sí a las comunidades del delta y debilitar a los poderes locales. Así, según el Gobierno, los enfrentamientos del delta se debían a un conflicto interétnico, mientras que las petroleras se lavaban las manos argumentando que se trataba de un conflicto entre la población y el Estado por la falta de servicios. En cualquier caso, la militarización del delta es una realidad desde entonces. 

Las elecciones de 1999 traerían de nuevo la democracia a Nigeria, pero este nuevo rumbo estaba lejos de poner fin a la espiral de violencia, pobreza y contaminación que inundaban el delta. El nuevo Gobierno trató de mejorar la situación creando una Comisión de Desarrollo del Delta del Níger, que tardaría más de un año en comenzar a funcionar y cuyos resultados han sido bastante limitados. En 2003, la comunidad Ijau protagonizó un nuevo levantamiento que obligó a paralizar hasta el 40% de la producción de petróleo, elevando el precio del crudo nigeriano. La violencia fue escalando durante los meses siguientes, fomentada en parte por los distintos partidos en una lucha de poder previa a las elecciones nacionales que iban a celebrarse ese mismo año. Debido al robo de petróleo a gran escala, Shell reportó sus mayores pérdidas, unos 275.000 barriles al día, precisamente durante esos meses. Esto corroborraría la versión de los activistas, que defendían que los robos no los realizan individuos, sino que sirven para financiar a las milicias en tiempos electorales y que, por lo tanto, tienen una relación directa con las autoridades. 

En las dos últimas décadas han surgido nuevos grupos armados en el delta, entre los que destacan el Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger (MEND), la Fuerza Voluntaria Popular del Delta del Níger (NDPVF) o los Vengadores del Delta del Níger (NDA), estos últimos formados en 2016. Todos ellos reclaman la independencia del delta y el control de los recursos petrolíferos por la propia región; también exigen la expulsión de las petroleras y cuantiosas compensaciones por parte de Shell por los daños causados en la región. Estas exigencias han ido acompañadas de sabotajes a las instalaciones petrolíferas y secuestros de trabajadores, principalmente extranjeros. 

La maldición del petróleo en NigeriaEl delta del Níger es una de las regiones más pobladas de Nigeria y de todo África.

Las acciones de estos grupos armados han llegado a poner en jaque a las multinacionales en varias ocasiones. En 2006, el proyecto del gaseoducto de África occidental quedó paralizado durante meses por la violencia y las protestas de grupos ecologistas. En 2009, los continuos ataques a las instalaciones, los secuestros a trabajadores extranjeros o los continuos robos hicieron caer la producción de petróleo hasta un 25%. La situación era tan crítica para las compañías que el Gobierno federal optó por aplicar un programa de amnistía que consiguiera la entrega de armas y la reintegración de los milicianos en el mercado laboral, de forma que se pusiera fin a la espiral de violencia y recuperar el ritmo normal de producción petrolera. Casi 27.000 milicianos entregaron las armas y se concedió la libertad a algunos presos, entre ellos el líder del MEND, Henry Okah, apresado desde 2008. Pero, aunque la amnistía logró apaciguar la zona por unos meses, la falta de ayudas dejó en papel mojado el programa.

El conflicto se ha mantenido latente desde entonces con picos de violencia puntuales. El surgimiento de los Vengadores del Delta del Níger en 2016, que han lanzado continuos sabotajes a las instalaciones petrolíferas, volvió a recrudecerlo. Por otro lado, el robo de petróleo también ha continuado siendo una práctica constante: se calcula que cerca del 6% de la producción de petróleo nigeriano se pierde actualmente por los robos o los vertidos, ya sea a través de la perforación de las propias tuberías o mediante la piratería. En los últimos años, cerca de un 33% de los barcos que transitaban por el golfo de Guinea, donde desemboca el río Níger, han sido objeto de ataques piratas para robar el petróleo que transportaban. Estas cifras superan los ataques piratas de las costas de Somalia, el otro gran foco de la piratería en África.

El Gobierno federal, ayudado por otros países dependientes del petróleo nigeriano, continúa llevando a cabo operaciones militares para acabar tanto con los grupos armados como con el robo de petróleo, pero las Fuerzas Armadas nigerianas y los grupos paramilitares apoyados por el Gobierno han sido denunciados en multitud de ocasiones por cometer abusos. A la luz de la experiencia de las décadas pasadas, no parece que la militarización vaya a solucionar problemas con la alta tasa desempleo o la contaminación. El del delta del Níger es un conflicto más profundo, en el que la violencia es solo una consecuencia directa de la degradación ambiental y económica de la región.

Para ampliar: “Democracia a la africana: Nigeria y Gana”, Inés Lucía en El Orden Mundial, 2019

La maldición del petróleo en Nigeria fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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