Revista Educación

La maldición es la ignorancia

Por Siempreenmedio @Siempreblog
La maldición es la ignorancia

Hay épocas del año en el que el dulce está por las nubes, y la Navidad es una de ellas. Si están cansados de series y películas navideñas y del eterno cuento del pobre Dickens del que todo el mundo habla pero pocos han leído, háganse con Los Buenos, de Hannah Kent. Es un libro brutal, de los que se te agarran a las entrañas, sobre todo si recuerdas que no hace mucho-que todavía hoy- la pobreza y la falta de educación también reinaban en nuestros pueblos, para conquistar con la superstición a sus gentes, incapaces de distinguir entre la sabiduría de los ancianos y la magia de los duendes. Los Buenos narra la historia de la desgracia de una mujer, viuda, con una hija enterrada lejos de lo suyos y un nieto cuyos síntomas apuntan a la enfermedad, de desgraciado nombre, del cretinismo.

La maldición es la ignorancia
Portada de Los Buenos, editada por Alba.

La viuda busca ayuda en una joven para cuidar del nieto enfermo, pero la ignorancia y la falta de ayuda para afrontar las desgracias en una Irlanda pobre, en la que el analfabetismo reinaba sin oposición y la dieta se basaba en papas, mantequilla para vender, huevos y leche de vaca o de cabra, la lleva en volandas hacia los brazos de la curandera, capaz de distinguir entre hierbas tóxicas y medicinales pero ignorante como el resto, hasta el punto de creer en que las hadas son capaces de secuestrar a los niños y dejar en su lado a duendes con las piernas y el cerebro lisiados.

Lo que golpea de este libro en el estómago es la pobreza, la falta de ayuda de la Iglesia, a la que se presuponía la luz, y de los médicos que apagaban toda esperanza y no tendían la mano si no había monedas por medio. Esa sociedad que abrazaba la superstición porque era incapaz de luchar por el conocimiento, por la educación, por la dignidad de los campesinos. Esos hombres capaces de juzgar a mujeres abandonadas a su suerte, a creencias a las que aferrarse, a la maldición que intuían en el vecino para explicar la desgracia que no comprendían y contra la que no podían defenderse. El verdadero maleficio era la ignorancia. Y lo sigue siendo en muchas partes del mundo hoy en día. En otras, donde el conocimiento está al alcance de un click, los duendes siguen haciendo de las suyas a golpe del desinterés por la ciencia y la defensa de la educación para todos. La maldición es la ignorancia, pero también la desidia.


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