Sin pedirle permiso me atrevo a resaltar algunos aspectos de este post de Daniel Tubau. Yo no lo hubiera hecho mejor y, por eso, lo "fusilo".
Maledicencia: hablar mal de los demás. Sería agradable pensar que la palabra que describe el vicio de hablar mal ya no se emplea porque ha desaparecido el vicio, pero me temo que la verdadera razón de su poco uso es que "hablar de los demás" es completamente equivalente a "hablar mal de los demás". Del mismo modo que la crítica parece identificarse siempre con crítica negativa, sólo se habla de los otros para hacerlo mal. Yo conozco muchas personas que cuando elogian algo o alguien en realidad están criticando a quienes no son como aquel al que elogian.
Además, yo creo que uno de los problemas de los maledicentes es que son en gran medida rehenes de aquellos a los que critican, pues sus vidas están demasiado pendientes de los errores ajenos, y sus mentes demasiado obsesionadas por buscar una nueva grieta en la que hundir la piqueta y pasarse unas cuantas horas demoliendo. Una mente que se ocupa tanto de los demás, de lo malo de los demás, está diciendo mucho acerca de sí misma, de su manera de moverse por el mundo, de su tolerancia y flexibilidad, de su soberbia y de su egocentrismo en el peor de los sentidos. De lo que busca y, por tanto, de lo que encuentra.
Una moda que ejerce una presión indudable, puesto que en muchos lugares y situaciones parece exigirse hablar mal de los otros para socializarse bien. Si no lo haces, incluso te miran mal: "No tienes opiniones, eres un hipócrita, no observas la realidad o quieres edulcorarla, te las das de santo, te falta carácter", etcétera.