Revista Cultura y Ocio

La maleta - Sergei Dovlatov

Publicado el 03 diciembre 2018 por Elpajaroverde
Objeto = cosa. Cosa = Objeto inanimado, por oposición a ser viviente.
Sergei Dovaltov nació en la antigua URSS en 1941. Era hijo de un director de teatro judío y de una correctora armenia. Estudió durante dos años en la Universidad de Leningrado hasta que fue expulsado. Durante el servicio militar obligatorio fue destinado a hacer guardias de seguridad en campos de prisioneros. Entre otros oficios, trabajó como periodista en Leningrado y después en Tallin. Se casó y tuvo una hija. Tendría otro hijo después en los Estados Unidos. Escribía cuentos; ninguno de ellos fue publicado por aquel entonces, al menos por los cauces oficiales, dado el carácter humorístico y de absurdidad con el que retrataba la realidad que se vivía en la Unión Soviética. En uno de los capítulos del libro del que me dispongo a hablaros nos cuenta lo siguiente: «Al igual que la mayoría de los periodistas, soñaba con escribir una novela. Y, a diferencia de la mayoría de los periodistas, me dedicaba en realidad a la literatura. Pero hasta las revistas más progresistas rechazaban mis manuscritos. Ahora eso solo me produce alegría. Gracias a la censura, mi aprendizaje se dilató durante diecisiete años. Los relatos que quise publicar en aquellos años me parecen ahora impresentables». Tras esos diecisiete años, y ya como emigrado, su obra sí sería por fin bien recibida y valorada, pero en su tierra natal no podría ser leída hasta después de su muerte en 1990. Aun afincado en los Estados Unidos, escribiría siempre en ruso; pensaba, según un artículo de Babelia publicado en versión digital el 10 de julio de 2017, que «en un idioma ajeno perdemos el 80% de nuestra personalidad. Somos incapaces de bromear, de ironizar». Su idioma natal era para él su patria y por ello era tan renuente a abandonar su país. Fue en 1978 cuando, tras un largo período de enfrentamiento con las autoridades soviéticas, decidió finalmente emigrar a Nueva York.En el Departamento de Visas y Registro le informan de que, como emigrante, solo tiene derecho a llevarse tres maletas. Esa cifra que en un principio se le antoja tan escueta y tan ridícula se le revelará, cuando al hacer más tarde el equipaje descubre que le basta con una y no demasiado grande, como excesiva.
«¿Era yo, entonces, un mendigo? ¿Cómo había llegado a aquello? ¿Los libros? Básicamente, tenía libros prohibidos. La aduana no permitía sacarlos. Tuve que regalárselos a conocidos, junto con lo que yo llamaba mi archivo. ¿Los manuscritos? Hacía tiempo que los había enviado a Occidente, por vías secretas».
¿Era realmente un mendigo el Sergei Dovlatov que llegó a América? ¿O acaso fue su país el que realmente lo convirtió en mendigo, al despojarle de algo tan íntimo como sus escritos, y por eso tuvo que emigrar?Los objetos que Dovlatov guarda en su maleta son los siguientes: tres pares de calcetines finlandeses de crespón, un par de botines de alto nivel, un buen traje cruzado, un cinturón militar de cuero, una vieja chaqueta que perteneció a Ferdinand Leger, una camisa de popelín, un gorro de invierno y un par de guantes de chóferObjetos. Objetos inanimados. Que cobran vida cuando años después son sacados de una maleta olvidada. Los recuerdos invaden como lo hace el olor a guardado recién liberado. Cada objeto cuenta una historia. Para el que la sepa ver. Para el que la quiera escuchar. Y todos juntos cuentan una única historia. Porque todos estamos hechos de historias. Las personas. Los países. Las épocas. 
La maleta - Sergei DovlatovSon precisamente las historias de esos ocho objetos las que Dovlatov cuenta en su libro La maleta y, con ellas, el escritor ruso nos cuenta también la ácida realidad de una Rusia en unos años de profunda apatía y desmotivación. Como resultado surgen unos relatos cómicos, absurdos, surrealistas. En ocasiones me he llegado a preguntar si realmente al autor le sucedieron esas cosas o si no las habrá inventado o más bien adornado. Pero, al fin y al cabo, quién soy yo para juzgar, menos aún cuando él mismo confiesa haber aceptado siempre las propuestas más absurdas.

Dovlatov admite sentir predilección por los canallas y gamberros, por todo aquel que se salga del atributo de la normalidad, y, en aquellos años de desencanto, esa normalidad debía de ser algo bastante encorsetado. De ahí, supongo, su pragmatismo, su concisión y sequedad, su falta de recreación en la retórica. Había cosas más importantes, necesarias e inminentes de las que ocuparse como para entretenerse abullonando la realidad o divagando sobre conceptos ajenos a esta.

«Sé que la libertad es un concepto filosófico. Pero eso no me interesa. A los esclavos no les interesa la filosofía. La libertad consiste en ir donde quieras».
Él mismo no es ningún santo, al menos según el canon establecido, y es gracias a esa condición de situarse al margen que llega a sus manos la chaqueta del pintor cubista Leger. Asimismo admite haber bebido en una época de su vida más alcohol del recomendable, hábito que, a tenor de lo que se sonsaca de estas páginas, parece compartir con muchos de sus compatriotas. «Cada uno llevaba dentro de sí un pequeño incendio personal» y cada uno lo apagaba como podía: «Todos tenían un mismo problema: beber algo para quitarse la resaca». «¿Cuánta gente muere y vuelve a nacer todos los días?», se pregunta el autor en el relato del que proceden las citas precedentes. «¡Se han bebido a Rusia!», exclamará otro personaje a continuación en ese mismo texto.Dovlatov es un buscavidas que parece salir bien parado de sus mil y un enredos. Hay en sus historias muchos más personajes a los que parece que la necesidad les ha agudizado el ingenio. «No lamento haber vivido en la pobreza», nos cuenta el ruso, «si confiamos en lo que dice Hemingway, la pobreza es una escuela insustituible para el escritor. La pobreza hace perspicaz al hombre». Aunque añade, con su habitual ironía: «Es curioso que Hemingway se diera cuenta de esto solo cuando se hizo rico...»En sus historias están presentes sus años de juventud, su experiencia en el servicio militar, su trabajo en un periódico fabril en el que se suponía que debía de ser uno de tantos «trovadores del régimen». Pero su letra y su música desentonan con la sinfonía impuesta y ni puede ni quiere hacerlas conciliar. El archivador en el que la KGB guarda la información sobre él ya es bastante grueso en esos momentos, sin embargo, en una de esas conversaciones absurdas de uno de sus hilarantes relatos, uno de sus miembros, al solicitar su colaboración, le llega a decir: «Contamos con su honestidad. Aunque sabemos que no es usted una persona seria». En otro relato posterior, en el que resulta levemente herido, una mujer que le ha presentado su hermano exclama en un momento de la trama: «¡Prestad atención! Seriozha tiene un solo ojo. Pero con este ojo único ve mucho más que otras personas con dos...» Sí, camarada Dovlatov, contamos con su honestidad y con su clarividencia.Honestidad y clarividencia que usan como acicate ese tono suyo tan desabrido y escéptico. Y tal vez sea este el que, unido al surrealismo campante por las páginas impregnadas del mismo, me hayan hecho en seguida recordar otro tono de las mismas características: el del narrador y protagonista de muchos de los relatos de El cementerio de los reyes menores del croata Zoran Malkoč. Eso y quizás también el hecho de que «todos los pueblos esquilmados son gemelos... Basta un instante para que el hombre pierda la envoltura de tranquilidad y riqueza. Al momento se desnuda su alma huérfana, atormentada...»Habrá un par de los objetos citados que conseguirán por momentos desnudar el alma del propio Sergei Dovlatov. Porque el humor es un recurso inestimable como crítica pero no deja de ser también coraza. Su prosa es incisiva pero extremadamente sobria. Ya hemos dicho que no está ni en su carácter ni en el de su obra detenerse en cualquier detalle que pueda considerarse superfluo. En el relato que abre este libro su compañero de aventuras en esa historia le aclara: «¿Qué es lo que hunde a los imbéciles? La atracción que lo bello ejerce sobre ellos». Lo bello está, «históricamente, condenado», insiste. Y añade, como si pudiera ver el futuro: «Tú no eres así. A ti, te esperan otras desgracias». A él le esperan otras desgracias, efectivamente. Él no es así, no se deleita ni siente atracción por lo bello. A mi Marina Tsvietáieva, aun reconociendo su genialidad, la llega a calificar (hay que ver lo que tengo que leer) de «idiota patológica». Pero los detalles importan, Sergei, no son superfluos, están llenos de significados, y tú mismo lo demuestras en la historia que te inspira uno de esos dos objetos, con la que consigues crear algo hermoso y auténtico recurriendo tan solo a la más apabullante sencillez.«¿Cuánto amor se había perdido, durante tantos años?», te preguntas en silencio en ese relato. Y esa cuestión, de índole tan íntima y personal, se puede extrapolar también a la patria. No deja de ser significativo que sean los versos de Aleksanr Blok que proclaman «...Incluso así, Rusia mía, / eres para mí la tierra más querida...» los elegidos para introducir este cajón de sastre de memorias. «El amor carece de dimensiones. Existe o no existe». Y el amor de Dovlatov por su Rusia natal es innegable por más distante que intente ser su tono, letra y melodía.Libro = conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen. Objeto inanimado, por oposición a ser viviente. Pero los libros, como las maletas, cobran vida cuando se abren. Y sus páginas, al igual que los objetos guardados en la maleta de Dovlatov, cuentan historias. No solo las en ellas escritas, sino, también, aquellas de quienes por cuyas manos pasaron, aquellas de los lugares en los que han estado y de los tiempos que han vivido.
«Existe una razón para que cada libro, hasta los que no son muy serios, tenga la forma de una maleta».

La maleta - Sergei Dovlatov

Train Tacks Guitar Suitcase papers. Fotografía de Joshua Morley

Ficha del libro:

Título: La maleta
Autor: Sergei Dovlatov
Traductor: Justo E. Vasco
Editorial: Metáfora
Año de publicación: 2002
Nº de páginas: 184
ISBN: 84-95799-00-6
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