Mi nombre es Samuel Alexander Armas, y soy un feto de veintiún semanas. Hace unos días escuché a mis padres hablar con unos médicos. Enseguida me di cuenta de que hablaban de algo grave, pues noté como mi madre se mantenía en tensión y sus músculos se contraían. Esto me agobió un poco. Intente calmarme, para poder comprender lo que decían. Un comentario me llamó la atención:
- Hemos diagnosticado que su hijo tiene una enfermedad llamada espina bífida, un síndrome por el cual la columna vertebral en formación no cierra dejando a la médula expuesta y afectando seriamente funciones motoras.
Si soy sincero, no entendía nada pero un instinto, todavía incompletamente desarrollado me hizo saber que no era nada bueno. Noté como mi madre comenzó a llorar, pues me hizo moverme de un lado a otro debido a los fuertes gemidos que el llanto le producían. Decidí esperar. El médico continuó:
- Nos encontramos ante un serio problema, por lo tanto les propongo dos opciones: tener un hijo con serias discapacidades o producir un aborto.
En ese momento escuché la voz de mi padre nerviosa y algo agitada que se dirigía al médico mientras decía:
- Se equivoca Doctor Fernández, nos encontramos únicamente ante una opción. El aborto nunca fue ni es ni será una opción para nosotros, por lo tanto ponga en marcha a su quipo porque quiero ver a mi hijo y deseo tenerle pese a todas las consecuencias que prosigan a lo largo de su vida.
Mi madre se calmó. Todos sus músculos se relajaron y dejaron de oprimirme. Su corazón latía con fuerza pero ya no estaba excesivamente alterado. Aquello me mantuvo tranquilo. Comprendí lo que había sucedido. Mis padres querían salvarme la vida y deseaban tenerme junto a ellos. << Mis héroes>> pensé. Una mano recorrió la tripa y la acarició. Desde el primer momento supe que era ella.
Estos días han transcurrido con mediana normalidad, a pesar de los calambres que lleva sufriendo mi madre durante estas dos semanas. Ahora estoy de nuevo en el hospital. Lo sé porque he reconocido la voz del médico que nos atendió la vez pasada. Ahora mismo está hablando con mis padres asique voy a escuchar:
- Tranquilo le iremos informando de la salud de su hijo y de su mujer en todo momento.
Mi padre está abrazando a mi madre y por supuesto también a mí. Me siento seguro y acogido. Tal vez otros interpreten este abrazo como una despedida pero creedme, estoy seguro de que no lo es. Mi madre se tumba. Me siento incomodo, pues la noto que comienza a estar nerviosa. De todas formas me voy prometer no ponerme nervioso pues prefiero disfrutar y pensar en cosas bonitas. Noto como algo se aproxima a mí. Primero tocan la tripa y luego la masajean. De repente algo me molesta. << Luz>> pienso. << ¿Que está pasando?>> <<¿Ha llegado ya la hora de salir?>> , << No, no seguro que todavía no estoy preparado>>, << Mamá ayúdame>>. No veo nada, solo sombras que se mueven. Algo me toca e intenta cogerme. Me intento oponer pero es absurdo porque ya me han dado la vuelta y ahora estoy boca abajo. Noto que me tocan la espalda. Ahora mi madre está relajada por lo tanto, ¿ porque yo no debería estarlo?. La verdad es que no sé quién me toca ni que quiere hacer, pero sé que no hay peligro porque si no mi madre me lo hubiera avisado, de eso estoy más que seguro. Algo se inserta bajo mi piel. Me aterroriza pero siento que quien quiera que sea solo desea ayudarme. Parece que acaban de lograr su objetivo, pues la voz que escucho dice algo que me acaba gustando:
- Buen trabajo esquipo, parece que lo hemos conseguido. Cuando cuente tres damos la vuelta al pequeñín.
¡Me ha llamado pequeñín!. Me hace gracia, no sé quién es pero me cae bien. Ya en la postura inicial, me vuelve a molestar la luz. Minutos ms tarde, únicamente queda un trozo por el que se hace visible la luz. Quien quiera que sea, solo ha deseado ayudarme y parece que lo ha conseguido. Me siento afortunado, pero algo me dice que ahora me toca actuar a mí, que no me puedo quedarme de brazos cruzados después de lo que otros han hecho por mí. Agobiado, pues no sé qué hacer alzo mi mano y la subo al exterior. Al mundo. Agarro algo muy grande que se mueve. Parece un dedo. Si estoy segura de que lo es. Será de un hombre, seguramente de un médico . No sé si sabrá que cogiéndole el dedo sabrá que le quiero dar las gracias pero de todas formas no le quiero soltar. Me estoy cansando asique obedeciendo a mi instinto dejo que mi mano entre en el interior del útero. Ya no hay luz. Sé que todavía no estoy preparado para salir, pero no sabéis las ganas que tengo de salir ya!. Sé que aquí estoy protegido y que mi madre me cuida mucho pero siento que tengo que dar las gracias a mucha gente : al hospital, a los médicos pero especialmente a mis padres. Los únicos que han hecho posible que yo, Samuel Armas, tenga la oportunidad de conocer el mundo, y sobre todo ellos son los que teniendo la oportunidad de deshacerse de todas las preocupaciones y problemas a los que se van a tener que someter en un futuro, a pesar de eso, han decidido tenerme y traerme al mundo. Gracias mama, gracias papa.