Esta pregunta puede dar lugar a múltiples lecturas, la mayoría de ellas de índole sexual. Pero ya sabéis que este no es un blog de sexo. Así que nada de mentes calenturientas. Aunque de todas maneras… vamos a quedarnos, como siempre, con la parte más física del asunto.
Como bien sabrás, no hace falta ser un gran genio para adivinar que la manta, por sí sola, no calienta. Eso sí, existen las mantas eléctricas que se utilizan para los dolores de riñones o de espalda. Esas sí calientan. Aquí la cuestión reside en entender por qué cuando nos tapamos con una manta nos sentimos a gustito y más calientes.
La clave está en la conductividad del material de la manta. Si nos tapáramos con un material buen conductor, como por ejemplo una manta de cobre (hay que tener imaginación, lo sé. Sería muy incómodo), el calor que libera nuestro cuerpo lo almacenaría la manta, pero a la vez, se perdería por el exterior hacia la habitación.
El caso de nuestras típicas mantas es el contrario. Son pésimas conductoras de calor. Esto hace que todo el calor que vamos emitiendo vaya calentando el aire existente entre nosotros y la manta. La manta no chupa el calor, y por lo tanto, tampoco puede emitirlo fuera. Así que nos quedamos calentitos porque nuestro calor corporal se va almacenando entre la manta y nuestra piel.
Así, hasta que empezamos a sudar, claro. Pocas veces llegamos a este extremo porque siempre dejamos una parte de la manta sin taparnos, pero si nos cubriésemos perfectamente, el sudor no tardaría en aparecer.