I’M STILL HERE
data: http://www.imdb.com/title/tt1356864
Pocas veces, alguien se ha animado a retratar, con tanta crueldad, la máquina de picar carne conformada por medios y público que arrincona a los artistas a los límites confortables de la previsibilidad. Pocas veces, un testimonio tan brutal como “I’m still here” explora la morbosa fascinación del público en destruir a sus artistas, en mofarse de ellos cuando intentan salir de lo establecido y experimentar en otros campos. Pocas veces lo hemos visto, porque los amigos y cuñados Cassey Affleck y Joaquin Phoenix se animaron a dar vuelta la cámara, simular durante un año un personaje y mostrar a los “vivos”, en su costado más infame, tal como son, sin filtros.
“I’m still here” es un falso documental, un experimento en el que Joaquin Phoenix se expuso, durante un año, al escarnio de la opinión pública. En una función de caridad, anunció a la prensa que se retiraba de la actuación y se dedicaba al hip-hop. A lo largo de los meses, se dejó crecer la barba, se volvió incoherente en los reportajes, se subió a los escenarios de las discotecas para hacer el ridículo, se peleó con el público y les hizo creer a todos que se le había salido la chaveta. Lo invitaron al programa de David Letterman y el locutor se le rió en la cara; los medios especializados en espectáculos se rieron de él y presagiaron el fin de su carrera; cualquier ratón del montón se agolpó bajo el escenario para gritarle en la cara que era un fracasado.
Todo podría quedar en una gran broma si Joaquin Phoenix hubiera develado el secreto con una sonrisa de cámara oculta. Pero “I’m still here” es mucho más que eso. Pone el dedo en la llaga, señala los grandes condicionamientos que tiene un artista cuando habita la cima del éxito, para transitar otros campos. La opinión pública, celosamente conservadora, está ahí no para alentar el ánimo de innovación aunque la experiencia culmine en fracaso, sino para descargar toda la furia del paso dado fuera del plato. La saña es feroz. La pregunta es si esta conducta no explica la proliferación de artistas en piloto automáticos, clichés seguros que repetirán los tics que serán celebrados automáticamente por el espectador promedio.
Hay una escena notable, cerca del final, cuando Joaquin Phoenix se sube al escenario a enfrentar a la jauría. Su canción les dice, claramente, lo que está pasando: “Durante todos estos años, no me asusto. / Ni siquiera temo al maldito miedo. / Nunca me rompo, nunca, ni me rindo, nunca. / Te desafiaré, puedes apostarlo, amigo. / Sigo siendo real, no me arrodillaré / salvo que sea Dios. Mi equipo sabe lo que siento. / Nunca me vendí, nunca, mi buen alma, nunca. / Vivo para siempre, soy al que Dios eligió, perra”.
El público lo sigue insultando, registrando en sus celulares como hace el ridículo un fracasado en caída libre delante de una multitud. Si pudieran escuchar lo que Phoenix dice, si prestara atención a lo que está pronunciando, notarían que la película no pasa por él, sino por ellos. La cámara los está mirando. La cámara los juzga en silencio (como el personaje de Tom Cruise en “Magnolia”). Pero son incapaces de escucharlo. Ya han hecho su juicio de él y no están decididos a ser persuadidos por la palabra. Simplemente, lo silbarán, se mofarán del pobre tipo. Aunque tenga algo que decir.
Lo que plantea “I’m still here” es si esa palabra, flor tirada al fango del chiquero, no sigue teniendo importancia por si misma, aunque no sea valorada por la masa.
El dueto Cassey Affleck y Joaquin Phoenix se animan, en “I’m still here”, a cruzar la línea que separa ficción de realidad, en un sentido y otro, poniéndonos en duda sobre la veracidad de lo que estamos viendo. ¿Son reales las peleas de Phoenix con su entorno? ¿Es representado el desdén del productor de discos al escuchar su música? “I’m still here” torpedea, directamente, nuestro implícito sistema de creencias como espectador. Tal vez porque lo que vemos es lo suficientemente conmovedor para que no importe el grado de verosimilitud de la imagen. Sabemos que eso es lo que pasa en el mundo real; no interesa saberi si eso es un registro o una representación de esa realidad.
Posiblemente, “I’m still here” pase subvalorada por la crítica cinematográfica y el público. No es raro. Nos está poniendo en pantalla y señalando nuestras miserias. Y eso es insoportable para cualquiera.
Nada mejor que la indiferencia para esos casos.