El próximo 27 de junio, y con salida y llegada en Tolosa, se llevará a cabo la dura Marcha Abraham Olano, que recuerda a uno de nuestros campeones más internacionales.
Sobre el homenajeado hay poco que decir: su palmarés habla por sí mismo y nos habla de uno de los más grandes de este deporte durante la década de los noventa y los primeros años del nuevo siglo.
Tras sendas malas experiencias en CHCS y Festina, Abraham desembarca en el poderoso equipo Mapei en el año 1993, con vitola de buen ciclista aficionado en la que destacaba su apreciable punta de velocidad, su enorme potencial contrarreloj y, sobre todo, su grandísima capacidad para sufrir, que lo iba a ir moldeando poco a poco como un ciclista completo, alejado de aquellos primeros años de pista. De esa forma la disciplina va dibujando un corredor capaz de subir con los mejores, de recortar para abajo lo que pierde en los puertos y de dar mazazos definitivos en las pruebas cronometradas.
El de 1994 será el año de su gran confirmación. Se proclama doble campeón de España, lo que le permite lucir el maillot amarillo y rojo en el Tour de Francia, carrera en la que desempeña un enorme trabajo de gregario para Tony Rominger hasta que éste tiene que abandonar. A partir de ahí el rendimiento de Olano crece exponencialmente y termina la carrera en un magnífico puesto, toda una presentación en sociedad de cara al mercado internacional. Antes había dado buena muestra de su capacidad al vencer en la Vuelta a Asturias, soportando en el duro final en alto del Acebo los ataques de escaladores consagrados como Alberto Camargo o el mismo Pedro Delgado. Sin duda una buena carta de presentación que parecía hacer pensar que lo mejor estaba por venir.
Y fue en 1995 cuando se destapa el tarro de las esencias. Primero en la Vuelta a España, donde se impone en las tres etapas cronometradas, vistiendo un día el maillot amarillo y siendo segundo al final en el pódium de Madrid. Una carrera dominada por completo por el que sería su futuro compañero Laurent Jalabert, y en la que Abraham consigue soportar de forma excelente los altos ritmos en la dura montaña que presentó aquella edición, y que incluía puertos como Sierra Nevada, Tourmalet, Portalet o Luz Ardiden. Pero lo mejor se lo dejó para después de la ronda española, cuando, en el marco de los campeonatos del mundo que se disputaban ese año en Colombia, Olano da el aldabonazo supremo, convirtiéndose en el primer campeón del mundo del ciclismo español. En parte gracias a la labor de zapa del gran Miguel Indurain, pero sobre todo por su portentoso estado físico, que también le lleva a ser segundo en la prueba cronometrada detrás del navarro, y que le permitirá lucir el maillot arco iris, suprema elegancia, durante todo el año 1996.
Un año 1996 que será muy completo para él, pese a dejar el regusto amargo de quedarse muy cerca de la victoria, de la suprema gloria en demasiadas ocasiones. Así, hace tercero en un giro de Italia que lideraba a un solo día del final, después de haberse quedado a solo un segundo de conquistar la cronometrada larga de esa carrera. El largo raid alpino por el Gavia y el Mortirolo resultó demasiado con el ataque de los escaladores ligeros para Olano, pero demostró una vez más su capacidad de sufrir y el llegar completamente preparado para el gran objetivo del año: el Tour de Francia. Pero eso te lo contaremos mañana.