De la nada, nada sale, y eso de que nadie convocó a la marcha es igual de falso.
Ahora jugaremos a las marchas y las contramarchas a pisar rosales y hacer pedestrismo por la avenida 9 de Julio, ahí donde está el país para algunos.
Los años me van borrando recuerdos y ya no sé si a Perón, Frondizi, Illia, Estela Martínez, Alfonsín y De la Rúa les “hicieron la cama” los jujeños o los fueguinos. Tampoco recuerdo si en los pasados momentos de tensión política se informó al país desde los medios nacionales con sedes en Misiones, La Rioja o Neuquén.
Sí tengo presente que por lo menos en las últimas elecciones el mayor porcentaje de votos en contra de este gobierno se dio en Capital Federal.
Un estudioso de la historia argentina hace un tiempo recordaba por Tv que en el histórico 25-05-1810 los cabildantes porteños se declararon en rebeldía y desde el río de la Plata los barcos británicos allí anclados festejaron con cañonazos. Luego los portuarios organizaron un destacamento de soldados para imponer la revolución mercantilista en el interior del territorio.
La historia continuó con tires y aflojes ensayando gobiernos. Los caudillos del interior (precavidos) organizaron un congreso lejos del puerto pro británico y en Tucumán se declaró la independencia “de toda otra potencia extranjera”.
Íbamos bien pero en Buenos Aires asumió un federal con cojones y los mercantilistas (los que se habían rebelado para que el contrabando se hiciera legal con Gran Bretaña) le hicieron la vida imposible hasta que usaron a Urquiza para derrocar a Rosas. Años después, el pobre Urquiza se dio cuenta tarde de que había sido sólo un instrumento de los anti patria.
Fue cuando la excusa de hacer definitivamente una constitución sin Rosas en el gobierno terminó con la sanción de la que titularon Constitución Nacional, en la que se consideraba a todos los argentinos por igual bajo un sistema de gobierno federal. La última palabra nuevamente irritó a los porteños, que no reconocieron a la Carta Magna y se apartaron del resto del país para formar la primera Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), o sea que la actual administración con Mauricio Macri a la cabeza ya tiene historia de appartheid viviendo a costa del resto de las provincias.
¿Entonces?
Entonces, la última marcha desestabilizadora fue gestada por los portuarios; esos que generación tras generación les inculcaron a sus descendientes el desprecio por el folklore argentino, la moneda nacional, las relaciones con los países suramericanos, el cultivo del idioma propio y el respeto por el sentir del interior argentino.
Dudo que en 50 años de televisión argentina algún canal porteño haya hecho un programa folklórico con actuación de porteños (la capital de la música popular está en Córdoba). Hasta el tango lo han modificado para que tenga algo de ballet, en lugar de acercarlo a los bailes del interior provinciano.
Los porteños llevan dos siglos despreciando al interior nacional y, si asume un gobierno que priorice justamente al interior del país, pues los unitarios de pura cepa se levantan en armas. Así lo hicieron hasta 1976. Luego aplicaron el sistema de provocación mediática o creación de “la masa crítica” para luego justificar el derrocamiento. Siempre han cocinado estos manejos antidemocráticos dentro de la avenida General Paz y en contubernio con los gobernantes de la prensa que se dice nacional.
En mi nota anterior confesaba sospechas de algún tipo de alianza entre la presidenta Cristina Kirchner y el mega empresario Magnetto, pues se hacía sospechoso que desde el multimedios no se denunciaran errores gruesos de este gobierno. ¿Se rompió el pacto de cuestionar pavadas?
Parece que como felino al acecho estaba esperando crear la “masa crítica” en la plataforma unitaria para romper lanzas, abandonar las críticas amarillistas y pasar al uso de artillería pesada. Ahora sí, usando a su empleado más popular comenzó a denunciar los robos para la corona, y eso que el modus operandi lleva ya más de una década.
Y entra la duda, porque así se expulsó a Menem, a De la Rúa y tal vez al próximo presidente. ¿Entonces denuncian porque son honorables o porque el gobierno de turno roba más que ellos?
Los argumentos presentados por los manifestantes el 13-09-2012 tuvieron el nivel de chicos de la primaria: que la presidenta habla demasiado. Pues no la escuchen. Que están hartos con el Fútbol Para Todos. Pues con más de 70 canales de televisión, el gobierno sólo utiliza menos de 10, ya sea con la transmisión del fútbol o con la Cadena Nacional. Les quedan más de 60 canales de los cuales unos 25 transmiten en dictadura solamente cine norteamericano. Los argentinos no tenemos libertad para ver una película asiática, africana, europea o latinoamericana. ¿De ese monopolio no se quejan?
Cuando el gobierno interrumpe la grilla de los canales porteños para transmitir el fútbol o los discursos de la presidenta (la de todos, vivan en el appartheid o en el interior del país), los porteños lamentan quedarse sin información sobre los accidentes de tránsito y los actos de delincuencia callejera, además de las provocaciones dentro de la farándula. Ese es el nivel de los que se creen superiores intelectualmente al resto de la sociedad argentina, o tal vez en esta oración sobre la palabra resto.
Viene entonces la pregunta que separa la paja del trigo: ¿los que organizaron a los manifestantes se oponen a la corrupción del gobierno o están envidiosos?
En los puertos del planeta casi nada se fabrica y sólo se limitan a cobrar por la entrada y salida de mercancías. ¿Los porteños se oponen a la reducción de importaciones por esta razón o es que actúan como socios de una de las terminales de las economías europeas y yanquis? Recuerdo que en los siglos XVIII y XIX la economía del noroeste argentino quebró una y otra vez por las importaciones que ingresaban por el puerto unitario.
También recuerdo que la caída de Alfonsín comenzó cuando propuso públicamente cambiar la ubicación de la capital nacional.
El 13 de este mes la oposición porteña (10% de la población nacional) logró reunir a menos de 20.000 manifestantes (uno de cada 2.000 argentinos) porque en el resto del país las reacciones fueron despreciables. La prensa complotada cubrió muy bien el acto y así propagó el malestar de unos pocos para que se multiplique en la sociedad débil de criterio (acto de inducción sobre la masa, psicología de medios).
Estamos igual que en 1810 cuando unos pocos se arrogaron el derecho de decidir sin consultar al resto.
Nadie toma el toro por las astas y las próximas semanas viviremos un repetido carnaval en las calles donde atiende Tata Dios: marchas de porteños opositores y contramarchas de porteños kirchneristas (ninguna similitud con los Indignados españoles). Así no se cambia la tendencia histórica. Sólo Alfonsín tuvo la idea y valentía para hacer de la Argentina un país más equilibrado, aunque le erró feo en el sitio geográfico elegido porque el núcleo Viedma-Carmen de Patagones es la sociedad más conservadora por lo menos de la Patagonia. El lugar ideal (por si quiere alguien reflotar el proyecto) sería al norte de la isla Choele Choel entre los ríos Negro y Colorado, con todos los servicios abundantes, superficie chata y sin afectar campos productivos.
¿Y si les imponemos la independencia?
Un plebiscito (sin consultar a los porteños) la avalaría por más de los 2/3 con total seguridad, porque son la gente más aborrecida por los 37 millones de argentinos (más que cualquier nativo de país fronterizo y tal vez disputen el podio con los anglosajones, coincidentemente los piratas del orbe).
Habría que imponérsela porque los que viven de la teta del interior nunca aceptarían perder el control sobre los campos de la pampa húmeda, el petróleo patagónico, la vitivinicultura y fruticultura exportadora, etc., etc. Los portuarios nada producen y viven de las materias primas del interior y del comercio que hacen con el exterior. Ellos son los administradores de todo y nuestra historia marca constantes vaivenes por malas administraciones.
¿Se imagina quitarles toda la burocracia de los ministerios? Habría más suicidios que manifestantes anti-k, anti-De la Rúa y anti-próximo presidente.
Nosotros (la República Argentina) seguiríamos teniendo la misma moneda (ellos el dólar), la misma bandera (ellos que inventen una con estrellitas), las mismas tradiciones folklóricas (ellos el tango-europeo), el mismo idioma español-nativo (ellos con más ganas usarían palabras en inglés, así como durante más de un siglo se consideraba culto el porteño que hablara en francés).
Nosotros (los argentinos) podríamos exportar desde Ingeniero White (puerto con más calado y menos inconvenientes que el puerto de Buenos Aires) y les podríamos vender paquetes turísticos a los porteños más que ahora porque seríamos otro país, o sea que no despreciarían más al interior bruto porque éste dejaría de existir en su visión cosmogónica de interior-exterior y los grasitas pasarían a ser (o ya son) los de La Matanza y los demás partidos aledaños. ¡Cuánta grasita ahorraríamos!
Eso sí, la ciudad-estado sería un grano como Malvinas: puntos desde los cuales estaríamos el peligro latente de invasión armada.
Igualmente acabaríamos con el peligro perpetuo: los desestabilizadores, porque obviamente podríamos contar con prensa nacional que a diario comunique noticias tanto del NOA como del NEA, el centro y sur argentino, abriendo el abanico extranjero no solamente de Europa y EE. UU. También podríamos capitalizar la industria nacional de camino a ser potencia competitiva y hasta empezaríamos a usar biromes en lugar de bolígrafos (la birome la inventó el argentino Biró), igual que tantos inventos e inventores propios que los unitarios desprecian.
Sí, habría que tener cojones para hacer de la Argentina un país. Pero este gobierno también es unitario (ahí está Tecnópolis, sólo para los porteños), y nunca se animaría a patear el tablero. Para conocerlos fuera de lo que dicen por los medios, basta con encarar algún trámite directo oficial y así pulsar el grado de soberbia que tienen sobre el oferente del interior (hablo desde mi herida).
Por lo expuesto, y porque existo con criterio propio (a veces me equivoco, pero estoy orgulloso de acertar otras veces) sin repetir lo que dicen los formadores de opinión, no voy a concurrir a manifestaciones pro ni anti gobierno. Soy fabricante de cultura y ya no me presto a los intereses de otros. A mí ya no me arrean.
Si los porteños quieren enfrentarse unos contra otros, pues que se las arreglen entre ellos, porque cuando en el interior hubo conflictos serios (ceniza volcánica, inundaciones o contaminación minera, por ejemplo), con total seguridad que ni un porteño salió ni va a salir a las calles en apoyo. Hoy no tenemos que sumar votos a los intereses de control político y económico atomizados en la “City” (palabrita que les encanta). Para ello están las elecciones donde cada persona vale un voto, sea visible (centro de ciudad) o invisible (poblador rural). ¡Qué es esto de montar una procesión y luego decirle al país que todos debemos estar en retiro espiritual! Seamos como Poncio Pilato en este credo portuario.
Si tienen ganas de escrachar y acusar, acusen al que ustedes votaron, o no lo hacen porque habría choque de intereses (¡?). ¡Háganse cargo, pedazos de p…!
Es verdad que este gobierno está perdiendo su rumbo y que estamos reviviendo la historia de 1975-6 con caída visible. En buena parte la película “El secreto de sus ojos” es un testimonio de lo que pasó y seguramente está pasando. Hay soluciones claras y a corto plazo, pero que los unitarios van a rechazar porque ellos sí “van por todo”.
Las soluciones serían que el próximo candidato a la presidencia fuera Julio De Vido (el más kirchnerista después del matrimonio presidencial) o que se llame a referéndum para convalidar o invalidar a este gobierno. Seguramente a esta propuesta la van a rechazar los unitarios, y puede que el propio gobierno también se oponga. ¿Entonces? Pues los próximos meses serán acciones de desafío entre dos poderes desorbitados, usando como ganado por las calles porteñas a los que no piensan por cuenta propia. Propiamente escenas de taurocracia con gran participación de la SRA y La Cámpora, transmitidas en horario central desde los búnkers “nacionales”, que obviamente se van a turnar según intereses en juego.
A dos siglos de la frase “Viva la Santa Federación. Mueran los Malditos Unitarios” las tendencias siguen impolutas, aunque eso de “mueran” está claro que es una utopía.
Impongámosle la independencia para que vivan felices adorando los espejitos de colores del primer mundo (en ese paquete vienen las drogas, la sociedad armada contra el delito que estimulan los narcotraficantes, etc., etc., pero eso no les importa siempre que sea negocio) y para que nosotros vivamos en paz sin confabuladores en nuestras espaldas.
Hagamos lo que no pueden hacer los movimientos Occupy Wall Street y Yo Soy #132: marchemos con pico y pala a voltearles el obelisco. Claro, es un chiste, pero la ofensa no se la borrarían por generaciones. Igual hay coincidencia: nosotros también somos mayoría sometida.
Como ser sociable y responsable, no tolero que me quieran mandar las minorías. Yo no pido ni exijo que se vaya el jefe del gobierno porteño (Macri), ni me importa cómo funciona el subte. Tampoco voy a aceptar que los porteños nos cambien el gobierno elegido por el conjunto de los argentinos.
Mis padres me criaron en democracia y es el único sistema de gobierno que reconozco. Los unitarios deberían ponerse pantalones largos y buscar residencia donde manden las minorías (reinados) en lugar de seguir armando escandaletes populacheros por acá, llorisqueando porque los que roban no son ellos.
Ni marchas ni contra marchas, que la 9 de Julio no es el Sambódromo señores. A ver si los intelectuales kirchneristas asesoran con más puntería y énfasis a la presidenta y le dicen que vuelva a fojas cero todos los relevos que hizo acomodando serviciales, y basta de “palos blancos” abarrotando capital para la familia.
A este gobierno (el nuestro) hay que defenderlo, pero también debe ser defendible para poder escribir historia de democracia y estabilidad, alejándonos de la imagen de “republiqueta bananera” que tuvimos/tenemos.
Luis Colombatto