La presentan como una obra sobre el dolor que siente una mujer cuando sus hijos se van de casa, lo que se conoce como el síndrome del nido vacío. No lo veo así: diría que habla exclusivamente de depresión, del dolor de un alma torturada, sea cual sea el entorno.
Me ha gustado la idea de que todo lo que vemos es a través de los ojos de la protagonista. Un mundo en el que la subjetividad llega incluso a difuminar las leyes del tiempo y el espacio. Todo lo tenemos que poner en duda, nunca sabemos si lo que vemos es real o sólo esta en su mente. ¿Qué es la realidad? ¿Lo que existe o lo que percibimos?
Esta idea de ver a través de los ojos del personaje la descubrí y me impactó en El Padre, donde se mostraba el mundo que ve un afectado de Alzeimer: terrorífico. Hoy he sabido que se trata del mismo autor, Florian Zeller, ya cuadra: ambas obras hablan de enfermedades mentales y de la angustia de quien las padece.
En contra decir que, a diferencia de El Padre, esta vez la obra no consigó emocionarme, no me importó el dolor de la protagonista, quizá porque algunas escenas me resultaron esperpénticas y ofensivas, fuera de lugar, y porque esperaba que, después de la realidad/paranoia, el guión me llevara a alguna parte, a un final claro.
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