Revista Salud y Bienestar
En la Comunidad de Madrid se ha reducido un 7.5% el presupuesto sanitario de este año. Esto ha obligado a tomar duras medidas políticas de ajuste. Las consecuencias inmediatas serán externalizar servicios, privatizar hospitales y centros de salud.
Por primera vez en mucho tiempo parece que los profesionales sanitarios toman conciencia de que esto de la crisis también va con ellos, de que el barco se hunde.
Esta semana además de una huelga general, hemos vivido una gran manifestación el domingo 18 en la que uno de los lemas fue "La sanidad no se vende, se defiende". Encierros en hospitales, manifestaciones, huelgas anunciadas... vemos que la cosa está caliente.
El problema estriba en que la sanidad lleva tiempo aquejada de una enfermedad terminal. El gasto sanitario por habitante se ha elevado un 40% en los últimos años. Esa tendencia no es mantenible. ¿Por qué ha pasado esto? Fundamentalmente por haberse incrementado las partidas presupuestarias hospitalarias para tratamientos y métodos diagnósticos cada vez más sofisticados y de mayor precio. Por seguir manteniendo fármacos caros de eficacia dudosa (fármacos me-too, "protectores de cartílago", novedades que no aportan nada...) o campañas de vacunación sin claro beneficio poblacional (virus del papiloma humano).
Los médicos sabemos que un enfermo grave no tolera grandes alteraciones externas a las que hacer frente, un pequeño catarro, una leve deshidratación pueden desencadenar una cascada de reacciones fatales. Es lo que estamos presenciando en estos momentos.
Lo malo es que esos presupuestos no volverán, la pendiente resbaladiza ya se ha iniciado y el desenlace del sistema está cada vez más cerca.
La pregunta es ¿qué tipo de cuidados paliativos aplicar? y ¿qué pasará después?, ¿hacia dónde nos dirigimos?
La inhibición de la gestión por parte de los responsables políticos actuales nos llevará a una externalización de la misma a empresas privadas, uno de cuyos axiomas es ser rentables, ganar dinero. Pueden adivinar de dónde saldrán esas ganancias. A medida que se vayan externalizando más los servicios, la sanidad será más cara y menos inclusiva. La lista de excluidos será mayor.
En este proceso de reajuste sería fundamental un diálogo entre políticos, gestores, profesionales y ciudadanos. Es necesario priorizar. En primer lugar en valores, en segundo prioridades y en tercero formas de hacer mejor las cosas.
Aportar flexibilidad y autogestión, estabilidad laboral e intentivación es fundamental para los profesionales. La salud es un bien delicado que obliga a disponer de personal con alta formación y motivación. No estamos hablando de técnicos de mantenimiento sino de uno de los sectores laborales con mejor formación del país. Ayudar para que den el máximo de sus capacidades a la población es el reto. Y no debería quedar nadie fuera. Ya no son mantenibles los celadores leyendo el periódico, los jefes de sección que desaparecen, los médicos de grandes hospitales que no pasan consulta o las enfermeras que no cumplen con los mínimos.
Creo que hay formas más sensatas de mejorar antes que la venta del servicio al capital privado. Pero está visto que no hay político que se atreva, y ya han pasado muchos años. No lo van a hacer ahora salvo si se les ofrecen alternativas sensatas respaldadas por un amplio consenso profesional y social. La atomización atávica de intereses del mundo sanitario convierte esta misión en algo imposible. Pero si Hércules pudo superar sus doce trabajos, tal vez nosotros seamos capaces de sortear las dificultades en aras de buscar el bien común.
Este es el reto, no mirar únicamente lo que afecta a mis intereses personales y los de mi grupo sino elevar la vista más allá y tratar de entender lo que beneficiará a todos, lo que será mejor para todos. Este proceso no será sencillo, no nos han enseñado antes. Tampoco antes nos habíamos encontrado con una crisis como esta. En toda tormenta perfecta hay un modo de salir, no duden de que de esta también saldremos.
Fotos tomadas en la manifestación del dia 18 por el autor.
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