La reciente portada de Memorias Porteñas me incita al presente cañonazo. Es realmente llamativo ver que aunque como interrogante se plantee que aquella reunión preparatoria de los acontecimientos del 9 de Octubre, en la casa de José de Villamil, hubiese sido una logia masónica en campaña.
Mucho se ha dicho, y se ha negado, al respecto. Lo cierto es que la masonería no actúa, de manera general, como institución, en ánimo de mantener la unidad de sus miembros pero, educa a los mismos en un solemne compromiso de luchar contra las tiranías y en resguardo de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
En su metodología, sustentada en simbolismos, busca generar en sus iniciados conciencia moral; dicha conciencia, si se la asume con honestidad, deviene pronto en conciencia social y, a lo largo del camino, si existe la vocación, devendrá en conciencia política o, al menos, dará lugar a un ciudadano formado en plena conciencia de sus deberes y derechos.
Obtener conciencia moral solo es posible cuando se supera la cobardía moral de la que hablaba José Ingenieros, ese ilustre argentino que predicó una moral sin dogmas. Lamentablemente, ahora no únicamente se sufre por cobardía moral, se observa con frecuencia la ceguera moral, de la cual escribe Bauman y hasta se especula sobre una "ética sin moral".
Así las cosas, lo cierto es que en el proceso octubrino actuaron hombres y mujeres que iniciados o no, evidenciaban alta conciencia moral y fieles a ella, sin temores, nos dieron independencia política como patrimonio guayaquileño que se compartió en cada ocasión que hizo falta en el futuro, también con la participación de distinguidos masones como Eloy Alfaro.
Siempre fueron los masones hombres de acción; de acción social, de acción política. La alta conciencia moral se vuelve una flor mustia si es únicamente objeto de vanidosa satisfacción personal. La capacitación que se obtiene en los templos, al menos debe transmitirse socialmente, mejor destinársela al logro de la trascendencia al servicio de la humanidad.
¡Gloria a quienes nos hicieron libres! ¡A Olmedo, en nombre de todos ellos!
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