Revista Filosofía

La materia no piensa

Por Daniel Vicente Carrillo


La materia no piensa

Ni los espíritus animales ni ningún otro compuesto de partículas (pese a estar fijados y estrechamente unidos al cerebro) pueden ser el sujeto de una sensación o percepción tales que las del alma humana. Puesto que la mera composición no cambia la naturaleza de las cosas, las partículas que componen cualesquiera de las partes del cerebro, sean las que sean, no pueden más que retener su distinción y propiedades particulares, así en el compuesto en el que estén más próximas como en aquel en que se encontrasen a la máxima distancia entre ellas. En consecuencia, se infiere que cada una de las partículas del compuesto, pese a que se le supusiera algún grado de sensibilidad o conciencia, podría sentir sólo una parte de un objeto. Mas, si éste fuera el caso, no podría haber sensación del objeto en su conjunto, en tanto que nada habría en el compuesto que fuera capaz de unir y comparar una parte del objeto con otra, o de reflejar tal comparación. Pues la nada, como es sabido, nada puede.
Supónganse las partes de un espejo dotadas del poder de la sensación. Supóngase de igual modo que reciben los rayos de cualquier objeto tomado por entero. Sin embargo, dado que éste consiste en un vasto número de partes tan distintas entre sí como si se encontrasen a la máxima distancia, se sigue que a cada parte menuda o partícula del espejo le cabrá percibir sólo una cierta parte proporcional del objeto, siendo así que lo que una sola partícula percibe las otras no pueden más que ignorarlo completamente. Ahora bien, habida cuenta de que el espejo no consiste sino en las mencionadas partículas, concluimos que no hay nada en él que sea capaz de unir las diversas percepciones imperfectas de aquellas partículas, e igualmente, por tanto, que no puede obtener percepciones completas o perfectas de un objeto tales que las que nos consta hay en el alma humana.

Samuel Colliber

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