Se ha observado que es absurdo formar un ser pensante de partes destituidas de sensación e inteligencia, y que ni sus movimientos ni sus combinaciones sabrían producir razonamiento o idea algunos. Pero si conviene formar el ser material de elementos pensantes, decidme qué grado de inteligencia otorgaréis a cada molécula de esta masa. ¿Estarán dotadas de ciertas ideas oscuras e imperfectas, de modo que la facultad intelectual resulte de su unión? Reflexionad un poco, os lo ruego, y veréis en seguida que una idea clara no puede ser la unión de un número cualquiera de ideas oscuras. Es imposible que una propiedad superior sea la suma de una cierta cantidad de propiedades inferiores. La inteligencia de un pueblo entero de imbéciles no será jamás igual a la de Leibniz, así como cien medidas de agua tibia vertidas en un cubo no estarán más calientes de lo que lo estaba cada medida tomada aparte. La gravitación es precisamente del mismo género. Se prueba en física que la gravitación de todos los elementos de la materia es igual, y que la mayor de las masas no gravita con mayor fuerza que cada una de las moléculas que la componen. En términos newtonianos, la gravitación es la misma en todos los cuerpos, por dispares que sean sus pesos.
Si existe, pues, una masa inteligente, es preciso que cada uno de sus elementos piense tan clara y tan distintamente como la masa entera. ¿Por qué suponéis, entonces, un cierto número de átomos para producir un efecto que un solo átomo podría producir? ¿Diréis que en uno recae en parte el entendimiento, en el otro la voluntad, en un tercero la memoria, etc.? Tal no es posible: es uno y el mismo el que entiende, el que quiere, el que recuerda, y en el que se reúnen todas las percepciones y todas las funciones de la inteligencia.
No os queda, en ese caso, más que una suposición a hacer: la de un átomo principal, al que todas las demás moléculas de una materia pensante transmitan sus percepciones particulares, y que, en calidad de redactor, reúna y elabore las operaciones de aquéllas y las haga suyas acto seguido. Pero ¿este átomo principal es material? Sin duda. Ahora bien, siendo toda materia extensa, y por ello mismo compuesta, os hago al respecto las mismas preguntas que, al atoraros, os han obligado a recurrir a este átomo principal.
He aquí donde nos conduce un análisis que se nos antoja bien sencillo, y que se funda en los principios que la razón confiesa. La autoridad de Locke, que no se me cesa de oponer, no puede extraviarnos en absoluto de una ruta por la que nos encamina la antorcha de las ideas claras. Este filósofo aventura una duda sobre la materialidad del alma, sosteniendo que no ve absurdo alguno en creer que Dios haya podido comunicar la facultad de pensar a la materia. Hemos mostrado, por el contrario, que esta facultad se encuentra en contradicción con todo lo que se conoce de la materia, y que un alma material no implica un desatino menor que un cubo redondo o una esfera triangular.
Georg Jonathan von Holland
Al respecto, véase asimismo esta entrada.