Revista En Femenino

La maternidad de la A a la Z – S de Separación

Por Felizenbrazos

Ya se ha terminado prácticamente el verano, y volvemos a las rutinas y las costumbres, volvemos a las cosas conocidas, unas buenas y otras no tanto… Una de las cosas que sí me gustan, es el Diccionario de la Maternidad, de Vero y que semana a semana, vamos completando, a veces, solo a veces, cuando podemos, porque, por querer, siempre querríamos.

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Esta semana he estado desconectada total, ya sabéis muchos lo que estoy pasando. Confieso que ni me había enterado de que esta semana volvía el súper diccionario, me he enterado hace un ratillo. A lo largo del mes de Agosto, he esbozado unas entradas para mi diccionario, que pensaba terminar de pulir para publicarlas cuando llegase el momento. Pero, ahora que ha llegado el momento, no me sale terminar ninguna de ellas, porque no son acordes al momento que estoy pasando. Así pues, y aún a riesgo de repetirme y de resultar cansina, he decidido hacer caso de lo que me dice mi corazón ahora mismo, y escribir sobre el sentimiento que esta semana me inunda.

S de Separación

A lo largo de nuestra vida, nos separamos de un montón de personas, de objetos y hasta de animales. Unas separaciones son forzosas, otras nos vienen impuestas; unas cuestan más que otras de asimilar. E incluso, en algunos momentos, hasta resultan beneficiosas. Pero hoy quiero hablar de la separación de los hijos.

Cuando nos convertimos en madres, no estamos preparados para la cantidad de separaciones que vamos a tener que vivir junto a ellos. Creo que pensamos en los duros momentos que tendremos que pasar al separarnos. Y según van pasando los años, a veces nos adaptamos, pero siempre nos duele.

Con el mayor, que tiene 11 años, he vivido infinidad de momentos de separación, todos duros y difíciles a su manera. Cuando empezó a ir a la escuela infantil; cuando empezó el colegio; cuando durmió por primera vez en casa de los abuelos; cuando se fue el primer fin de semana a casa de su padre; las primeras vacaciones alejado de mí; el primer día en casa de un amigo……… Y así, infinidad de ocasiones en las que, como ya digo, aunque nos vayamos acostumbrando, nos sigue costando, saber que nuestro niño va a estar alejado de nosotros. Esos momentos de separación, también son duros para ellos, evidentemente.

Hoy, hace justo 18 meses que mi princesa preciosa decidió venir a llenar mi vida de alegría. 18 meses que hemos compartido juntas, sin separarnos más que unas pocas ocasiones. Decidí dejarlo todo por ella, por vivir cada instante de su vida, por no perderme nada. El tiempo pasa muy deprisa, y un día te das cuenta de lo rápido que han crecido, de las cosas que ya no volverán. Te acuerdas de cómo con el mayor te perdiste sus primeros pasos, su primer pipí en el orinal o su primer dibujo con pintura de dedos, porque esas primeras cosas las hizo en la escuela infantil, y aunque luego lo seguía haciendo en casa, sentía que había perdido algo. Ahora, con la niña, no quería que me pasara eso. Y estos 18 meses han sido los más completos de mi vida.

Pero, inevitablemente, llega un día en el que tienes que separarte, aunque no te guste. Yo nunca lo he hecho por gusto, no he querido ir a “disfrutar” de algo sin ella, aunque mucha gente me decía que estaba bien hacer cosas sin los hijos, tener un ratito de libertad, tener tiempo para mí, me criticaban por estar tanto con ella, bla, bla, bla. Yo no he sentido esa necesidad de separación. Pero como digo, todo llega.

Y llegó el primer sábado por la tarde, en el que se fue con su padre y su hermano, a pasar el día con los tíos y los abuelos. Y me quedé triste  y sola. Y la casa se me hacía muy grande. Pero sabía que estaba bien, que ella se había ido feliz y contenta. Y así, cada fin de semana, se iba unas horas y nos separábamos, pero sin pena ni angustias.

Y llegó Septiembre. Y con él, la SEPARACIÓN obligatoria. Porque no me ha quedado más remedio que incorporarme a trabajar fuera de casa. No lo voy a volver a contar, está todo aquí. Y esa es la separación de la que quiero hablaros. La que nos causa una profunda angustia a las dos.

Ha comenzado la escuela infantil. El primer día estaba contenta, no sabía muy bien donde iba. Se quedó allí extrañada, y yo me fui sintiéndome rara y vacía. Con un nudo en el estómago. Las dos horas del periodo de adaptación pasaron lentas y antes de que llegase el momento, ya estaba allí para recogerla. Entonces, salió triste. La cogí en brazos, se apoyó en mí y no me soltaba, enganchada a la teta, me senté un rato antes de poder bajarla de la bandolera, porque no quería soltarme. Y tampoco quería hablarme. No decía nada, solo estaba allí, cerca de mí. Unas horas después, volvía a estar risueña, aunque esa noche, durmió fatal, llorando y nerviosa.

Pero lo peor han sido los días siguientes. Porque al llegar a la escuela, ella ya sabía que la iba a abandonar, que la iba a dejar en un sitio raro, con desconocidos, que iba a estar sin mí. Se quedaba llorando y salía llorando igual. Su conducta el resto del día ha sido bastante diferente de lo habitual. A parte de estar triste durante varias horas, llora con mucha más frecuencia que de costumbre, se enfada sin motivo, sólo quiere estar conmigo. Tiene angustia de separación. La misma que tengo yo por tener que dejarla. Cuando la recojo, intento estar el máximo tiempo posible con ella, recuperar esas dos horas que hemos perdido. Dormimos la siesta muy juntas. Y hasta cenamos juntas, porque no quiere sentarse en su silla. Está desconfiada, teme que la vuelva a dejar. Y me encantaría decirle que no va a pasar, que no me voy a ir. Pero no es así. Mañana por la mañana nos separaremos otra vez. Y al otro. Y al otro. Y nos adaptaremos, porque siempre lo hacemos. Pero eso no quiere decir que nos guste la separación. Ella aprenderá a la fuerza, que aunque llore, el rato que está en la escuela, yo no voy a aparecer para consolarla. Y poco a poco, dejará de llorar y se acostumbrará, incluso jugará y se divertirá. Pero cuando yo vuelva, una parte de ella estará enfadada conmigo, porque nos hemos separado. No lo entiende, por más que se lo explique, por más que se lo adorne, porque es muy pequeña.

¿Y yo? ¿Entiendo yo la separación? Pues tampoco. La tolero, porque soy adulta y sé que es lo que hay, que es lo que toca. Pero no la entiendo. No la quiero. No quiero separarme de mi pequeña, no quiero que la cuide otra persona. Quiero estar con ella las 24 horas del día, porque es mi hija, porque es lo que necesito, porque mis entrañas me gritan que quiero estar con ella. Porque ya tendremos tiempo de estar separadas, de que ella busque su espacio. Pero ahora me parece tan pequeña….

Separación, que palabra más dolorosa, que palabra más angustiosa.

La maternidad de la A a la Z – S de Separación


La maternidad de la A a la Z – S de Separación
La maternidad de la A a la Z – S de Separación
La maternidad de la A a la Z – S de Separación

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