Un nuevo bebé llegará a la familia en breve. Mi hermano y mi cuñada saben el sexo: niño. Y el hecho de conocer ya este dato parece que da el pistoletazo de salida para comenzar a pensar en los regalitos de bienvenida para el bebé.
Un aspecto que debería ser divertido y festivo, no deja de preocuparme, porque creo que ahora sería incapaz de regalar algunos de los cacharros que se consideran obligatorios para bebés y que llenan páginas y páginas en las guías de compras que publican anualmente las principales cabeceras de puericultura del país.
Vamos a ver:
- Minicuna: no la veo necesaria, estando la cama materna a mano.
- Cuna: sí, pero que se pueda acoplar en sidecar ;-)
- Sillón o mecedora para amamantar: uyyy, qué pereza, con la a gustito que se da de mamar en la cama o en el sofá.
- Cojín de lactancia: a veces da más problemas de los que resuelve, así que yo siempre digo que primero es mejor probar con una almohada o cojín y luego decidir si queremos comprarlo.
- Biberones y demás parafernalia: no vamos a rendirnos con la lactancia antes de empezar, ¿no?
- Sacaleches: completamente innecesario para una lactancia normal, a no ser que la madre quiera empezar a hacer reservas para cuando se incorpore al trabajo. Para extracciones ocasionales, es mucho más barata y eficaz la técnica manual.
- Carrito para el bebé: donde se ponga un portabebés que se quiten los carritos. Sobre todo para los primeros meses.
- Sillita para el coche: ¡¡¡Viva el reciclaje!!! Con la de niños que ya hay en la familia, seguro que pueden aprovechar alguna de alguno de los primitos.
- Cambiador: esto sí que lo veo útil, aunque muchas veces la situación se apaña perfectamente con una colchoneta sobre la cómoda del bebé. De todas maneras, tengo uno de mis retoños guardado y en perfecto estado. Mejor que aprovechen ese.
- Bañera: venga, va, ya se me empiezan a ocurrir ideas productivas. Mejor una de tamaño algo más grande que el convencional, que se podrá aprovechar durante más tiempo. Nuestros peques la siguen usando y así no tenemos que gastar tanta agua llenando la bañera grande.
- Intercomunicadores: si el bebé donde tiene que estar es siempre pegadito a mamá, no les veo demasiada utilidad. Los míos siguen en el trastero.
- Trona: ¡¡¡Viva el reciclaje de nuevo!!! Cuando guardé la trona de mis peques le di un lavado en profundidad y está como nueva... A su completa disposición.
- Canastilla para el bebé: si viene sin colonia (con lo bien que huelen los bebitos) y con productos respetuosos con la piel del bebé, ningún problema. Nunca recalcaré suficientemente la importancia de una buenas tijeras para cortar las uñas (soy muy maniática). Por favor, sin chupetes.
- Tarta de pañales: si son de tela o ecológicos, mejor que mejor ;-)
- Ropita: lo mejor es una combinación de reciclaje (ropa de los primos) y de prendas nuevas para el nuevo bebé.
En fin, que este repaso me sirve para sacar algunas ideas interesantes de lo que le podría regalar sin problemas. Lo que me pasa también es que me sirve para reflexionar sobre la gran cantidad de cosas que se supone que debemos tener cuando una familia de dos se convierte en una de tres. Nos venden gran cantidad de instrumentos y cacharros como completamente imprescindibles, cuando en realidad lo único que necesita un bebé es contacto directo con mamá para nutrirse, mantenerse calentito y tener todas sus necesidades cubiertas.
Frente a esta crianza "instrumental" que nos venden en las películas, las series de televisión y las revistas, yo estoy convencida de las bondades de la crianza "corporal", tanto para el desarrollo de los bebés, como para nuestros bolsillos y para el medio ambiente. Una crianza "corporal", por otro lado, también fomenta el empoderamiento de la madre, que siente el subidón de oxitocina que provoca el hecho de sentirse capaz de nutrir, cuidar y alimentar a su retoño por sí misma. La proliferación de cacharros, en cambio, tiende a hacer que la madre desconfíe de su criterio, de sus instintos, y se fíe más de consejos lejanos, de aparatos, confiando la crianza de su bebé a "electrodomésticos de puericultura".
Aparte de dejarnos la cuenta corriente temblando, otro efecto perverso de esta "maternidad instrumental" es interferir en el mecanismo hormonal del vínculo entre la madre y el bebé... Y es que la separación es el mayor obstáculo a una correcta relación de apego entre la madre y el bebé: la madre se separa, el niño la reclama y una madre cada vez más desconectada de las necesidades de su bebé siente que su hijo "le está tomando el pelo".
Y es que, de este modo, la maternidad "instrumental" tiende a perpetuarse a si misma. Una madre que no entiende por qué llora su bebé y no se siente capacitada para atender a sus crecientes demandas tiende a buscar más cacharros (interpretadores del llanto), cachivaches (móviles, proyectores y música para la cuna) y nefastos libros de autoayuda (como Estivill). No solo eso, sino que cuando esa madre sea abuela, tenderá a imponer su modelo de crianza "instrumental" y los prejuicios que conlleva (no lo cojas, deja que llore, te toma el pelo, tiene que aprender a dormir, etc).
Frente a ello, la maternidad "corporal" no solo pone al bebé en su habitat natural, sino que optimiza la conexión entre madre y bebé. La mujer siente empatía y se adelanta a las necesidades de su bebé y el pequeño se siente seguro, amado, nutrido y feliz en los brazos de su madre. Obviamente, este modelo de crianza no se anuncia en grandes revistas ni en televisión, ya que "no vende nada" y solo capacita a la madre para usar las herramientas que vienen "de serie" con la maternidad: sus brazos, su regazo, sus pechos, su instinto, sus manos amorosas, su voz suave, sus canciones, sus caricias, sus besos, su tiempo... Son cosas que no se pueden comprar ni en una tienda de puericultura ni en el supermercado, pero las mamás las tenemos a raudales.
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