Los grandes personajes de la literatura están consumidos por la sensación de que habitan en un misterio que deben revelar con sus acciones. Lo que los define es el riesgo. Desde allí irán al fracaso, o a la gloria.
ANTONIO SKARMETA
En Literatura somos inexistentes. A pesar de que los profesionales sanitarios aparecen por doquier, y que grandes autores como E. Hemingway o M. Ondaatje han escrito obras protagonizadas por enfermeras, las matronas brillan por su ausencia.
Curiosamente, en el mundo de las letras los estereotipos femeninos abundan como flores en el campo. Sufridas princesas, madres abnegadas, doctoras incansables, abogadas, periodistas, maestras, damas etéreas y un largo muestrario de almas fuertes y sensibles, todas ellas aparecen alejadas del universo matronil.
Mª del Mar, una joven matrona salida de nuestra escuela, reflexiona en su Facebook sobre el tema:
<<En Enero de 1998 la revista Midwives Journal publicó un artículo de Terri Coates titulado: “Reflexiones en torno a la comadrona como personaje literario”. Tras un exhaustivo análisis, Terri se había visto obligada a concluir que las comadronas son poco menos que inexistentes en la literatura.
Y, sin embargo, el oficio de traer nuevas vidas al mundo es en sí mismo terreno abonado para el drama y el melodrama. Cada bebé es fruto del amor o la lujuria (o ambos!!!) y nace envuelto en dolor y sufrimiento, seguido de dicha o de tragedia y angustia. La comadrona asiste partos de todo tipo; se encuentra en el meollo de esa realidad, es testigo de todo. ¿Cómo se explica, entonces, que siga siendo un personaje desdibujado, oculto tras la puerta de la sala de partos?>>.
Cierto, muy cierto, compañera. A excepción del libro Llama a la comadrona de Jennifer Worth, traducido a varios idiomas, apenas hay obras en las que aparezcamos, pequeñas obras en inglés o actuales sagas fantásticas, como la Matrona Baenre.
Nuestra profesión, tan antigua como la madre tierra, ha sido mostrada por genios y artistas. Existen grabados, iconos, imágenes, esculturas, mosaicos y obras de artes de miles de años de antigüedad que inmortalizan nuestro oficio. Sin embargo, a pesar de nuestra visibilidad en el arte, seguimos ocultas entre las palabras que conforman la literatura, los libros. No llenamos páginas de novelas, ni reposamos en los estantes de las bibliotecas, ni coloreamos los expositores de las librerías. ¿Por qué? Sinceramente, no lo sé.
Mientras llega el tiempo de surgir entre letras, espero. Espero que algún día nuestros cuidados, nuestras caídas, nuestros ascensos, nuestra poesía, aparezcan reflejados entre párrafos, prosa, latidos y versos.