Noam Chomsky
Al informar sobre el debate final de la campaña presidencial en Estados Unidos, The Wall Street Journal observó que “el único país más mencionado (que Israel) fue Irán, al cual la mayoría de naciones de Medio Oriente ven como la mayor amenaza a la seguridad de la región”.
Los dos candidatos estuvieron de acuerdo en que un Irán nuclear es la mayor amenaza a la región, si no al mundo, como Romney sostuvo explícitamente reiterando una opinión convencional.
Acerca de Israel, los candidatos rivalizaron en declararle su devoción, pero ni así los funcionarios israelíes se dieron por satisfechos. Esperaban “un lenguaje más ‘agresivo’ de Romney”, según los reporteros. No fue suficiente que Romney exigiera que no se permitiese a Irán “alcanzar un punto de capacidad nuclear”.
También los árabes estaban insatisfechos, porque los temores árabes acerca de Irán se “debatieron desde la óptica de la seguridad israelí, no de la región”, y las preocupaciones de los árabes se pasaron por alto: una vez más, el tratamiento convencional.
El artículo del Journal, como incontables otros sobre Irán, deja sin respuesta preguntas esenciales, entre ellas: ¿quién exactamente ve a Irán como la amenaza más grave a la seguridad? ¿Y qué creen los árabes (y la mayor parte del mundo) que se puede hacer ante esa amenaza, la vean como la vean?
La primera pregunta es fácil de contestar. La “amenaza iraní” es abrumadoramente una obsesión de Occidente, compartida por dictadores árabes, aunque no por las poblaciones árabes.
Como han mostrado numerosas encuestas, aunque los ciudadanos de los países árabes en general no simpatizan con Irán, no lo consideran una amenaza muy grave. Más bien perciben que la amenaza son Israel y Estados Unidos, y muchos, a veces importantes mayorías, ven en las armas nucleares iraníes un contrapeso a esas amenazas.
En altas esferas de Estados Unidos algunos están de acuerdo con la percepción de las poblaciones árabes, entre ellos el general Lee Butler, ex jefe del Comando Estratégico. Él dijo en 1998: “Es en extremo peligroso que en el caldero de animosidades que llamamos Medio Oriente”, una nación, Israel, deba contar con un poderoso arsenal de armas nucleares, “que inspira a otras naciones a tenerlo también”.
Aún más peligrosa es la estrategia de contención nuclear de la que Butler fue diseñador principal por muchos años. Tal estrategia, escribió en 2002, es “una fórmula para una catástrofe sin remedio”, y llamó a Estados Unidos y otras potencias atómicas a aceptar los compromisos contraídos dentro del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNPN) y hacer esfuerzos de “buena fe” para eliminar la plaga de las armas atómicas.
Las naciones tienen la obligación legal de tomar en serio esos esfuerzos, decretó la Corte Mundial en 1996: “Existe la obligación de avanzar de buena fe y llevar a término las negociaciones orientadas al desarme nuclear en todos sus aspectos, conforme a un control internacional estricto y efectivo”. En 2002, el gobierno de George W. Bush declaró que Estados Unidos no está comprometido por esa obligación.
Una gran mayoría del mundo parece compartir la opinión de los árabes sobre la amenaza iraní. El Movimiento de Países No Alineados (Mnoal) ha apoyado con vigor el derecho de Irán a enriquecer uranio; la expresión más reciente fue en la reunión cumbre en Teherán, en agosto pasado.
India, el miembro más populoso del Mnoal, ha encontrado formas de evadir las onerosas sanciones financieras de Estados Unidos a Irán. Se llevan a cabo planes para vincular el puerto iraní de Chabahar, reacondicionado con asistencia india, con Asia central a través de Afganistán. También se informa que las relaciones comerciales se incrementan. Si no fuera por las fuertes presiones de Washington, es probable que estos vínculos naturales tuvieran una mejoría sustancial.
China, que tiene estatuto de observadora en el Mnoal, hace lo mismo en buena medida. Expande los proyectos de desarrollo hacia occidente, entre ellos iniciativas para reconstituir la antigua Ruta de la Seda hacia Europa. Una vía férrea de alta velocidad conecta a China con Kazajstán y más allá. Es probable que llegue a Turkmenistán, con sus ricos recursos energéticos, y que se conecte con Irán y se extienda a Turquía y Europa.
China también ha tomado el control del importante puerto de Gwadar, en Pakistán, que le permite obtener petróleo de Medio Oriente evitando los estrechos de Ormuz y Malaca, saturados de tráfico y controlados por Estados Unidos. La prensa paquistaní reporta que “las importaciones de crudo de Irán, los estados árabes del Golfo y África podrían transportarse por tierra hacia el noroeste de China a través de este puerto”.
En su reunión de agosto en Teherán, el Mnoal reiteró su vieja propuesta de mitigar o poner fin a la amenaza de las armas nucleares en Medio Oriente instaurando una zona libre de armas de destrucción masiva. Los pasos en esa dirección son, sin duda, la manera más directa y menos onerosa de superar esas amenazas, la cual es apoyada por casi el mundo entero.
El mes pasado se presentó una excelente oportunidad de aplicar esas medidas, cuando se planeó una conferencia internacional sobre el tema en Helsinki.
Se realizó una conferencia, pero no la que estaba planeada. Sólo organizaciones no gubernamentales participaron en la reunión alternativa, organizada por la Unión por la Paz, de Finlandia. La conferencia internacional planeada fue cancelada por Washington en noviembre, poco después de que Irán accedió a asistir.
La razón oficial del gobierno de Obama fue “la turbulencia política en la región y la desafiante postura de Irán sobre la no proliferación”, según la agencia Associated Press, junto con una falta de consenso sobre “cómo enfocar la conferencia”. Esa razón es la referencia aprobada al hecho de que la única potencia nuclear de la región, Israel, se negó a asistir, alegando que la solicitud de hacerlo era “coerción”.
En apariencia, el gobierno de Obama mantiene su postura anterior de que “las condiciones no son apropiadas a menos que todos los miembros de la región participen”. Estados Unidos no permitirá medidas para someter las instalaciones nucleares de Israel a inspección internacional. Tampoco revelará información sobre “la naturaleza y alcance de las instalaciones y actividades nucleares israelíes”.
La agencia de noticias de Kuwait informó de inmediato que “el grupo árabe de estados y los estados miembros del Mnoal acordaron continuar negociando una conferencia para instaurar una zona libre de armas nucleares en Medio Oriente, así como de otras armas de destrucción masiva”.
El mes pasado, la Asamblea General de la ONU aprobó por 174-6 una resolución en la que llama a Israel a adherirse al TNPN. Por él no votó el contingente acostumbrado: Israel, Estados Unidos, Canadá, las Islas Marshall, Micronesia y Palau.
Días después, Estados Unidos realizó un ensayo nuclear, impidiendo una vez más a inspectores internacionales el acceso al sitio de la prueba, en Nevada. Irán protestó, al igual que el alcalde de Hiroshima y algunos grupos de paz japoneses.
Desde luego, instaurar una zona libre de armas atómicas requiere de la cooperación de las potencias nucleares: en Medio Oriente, eso incluiría a Estados Unidos e Israel, que se niegan a darla. Lo mismo ocurre en otras partes. Las zonas de África y el Pacífico aguardan la aplicación del tratado porque Estados Unidos insiste en mantener y mejorar las bases de armas nucleares en las islas que controla.
Mientras se llevaba a cabo la conferencia de ONG en Helsinki, en Nueva York se realizó una cena bajo los auspicios del Instituto sobre Políticas sobre el Cercano Oriente, de Washington, ramificación del cabildo israelí.
Según una nota entusiasta sobre esa “gala” en la prensa israelí, Dennis Ross, Elliott Abrams y otros “ex consejeros de alto nivel de Obama y Bush” aseguraron a los presentes que “el presidente atacará (a Irán) si la diplomacia no funciona”: un muy atractivo regalo de fiestas decembrinas.
Es difícil que los estadunidenses estén enterados de cómo la diplomacia volvió a fallar, por una sencilla razón: virtualmente no se informa nada en Estados Unidos sobre el destino de la forma más obvia de lidiar con la “más grave amenaza”: instaurar una zona libre de armas nucleares en Medio Oriente.
Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge. El nuevo libro de Noam Chomsky, Power systems: conversations on global democratic uprisings and the new challenges to US empire (Sistemas de poder: conversaciones sobre los levantamientos democráticos globales y los nuevos retos al imperio estadunidense) se publicará en enero.
© 2013 Noam Chomsky