Es uno de los símbolos de Francia y entra cada día en todas las casas. Hay pocas cosas más francesas que la baguette. Pero la mejor baguette no la hace un francés.
Es un icono tan reconocido como la Torre Eiffel o el Sagrado Corazón. Es la baguette, compañera inseparable de los auténticos parisinos. Y esta es la cola de los 203 panaderos que se presentaban al concurso de la mejor baguette de la capital francesa.
Cincuenta y dos las descalificaron porque eran demasiado largas o pesaban demasiado. Las normas son estrictas. 65 centímetros y 300 gramos. Máximo. Una etiqueta y un código garantizan el anonimato de los participantes, y un jurado de expertos valora la cocción, el sabor, la textura y el aspecto. Y este año el ganador es un tunecino de 42 años que se dedica desde los 15.
Es la segunda vez que el premio se lo lleva un panadero de origen magrebí. Aunque la forma de trabajar es 100% tradicional francesa.
“Con nuestra baguette hemos hecho un gran trabajo de investigación: amasar la masa el día anterior, con 24 horas de antelación, humedecerla un 70 por ciento. Las hacemos a mano, ponemos menos levadura. Es un pan que es bien descansado y bien diseñado en un estilo pasado de moda ”
El premio son 4.000 euros y el encargo de proveer el palacio del Elíseo con sus baguettes. Dicen que el presidente francés hace régimen siempre pero, en todo caso, tiene fama de panarra. Para el panadero este concurso es una oportunidad de hacerse famoso y ampliar la clientela.