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Geoffrey Rush es desbordante en el papel de Virgil Oldman un, posiblemente, alter ego del autor y director de este film noir, el genial Giuseppe Tornatore,  sobre un delicioso engaño en la vida de un acartonado, exitoso y millonario marchante, mercader del arte y subastador renombrado. Por la película cuyo título hacer referencia a las subastas de arte, oficio del protagonista que se mueve por Milán, Trieste, Roma, Viena y Praga, desfilan elegantes lugares, platos exquisitos y privilegios sin par, mientras la cuadriculada vida de Mr. Oldman se le vuelve "de cuadritos" al conocer, primero sólo por su voz y luego de medio metraje en persona,  a la enigmática Claire Ibbetson, una rica heredera interpretada por la actriz holandesa Silvia Hoeks, con una propiedad llena de prometedoras obras de arte olvidadas en una derruida casona. Lo que parece ser un encargo más al que incluso estuvo a punto de rechazar, se transforma en un viaje sin retorno del que sale al otro lado con altas dosis de sarcasmo y moraleja incrustadas por su director, sobre la fantasía de todo hombre mayor, por no decir viejo,  de recibir las mieles del amor de una hermosa y joven mujer que le devuelva o incluso como en este caso, le inaugure en los placeres de la carne y  le sacuda el espíritu. De nuevo la femme fatale vestida de oveja. 

Mr Oldman (Rush) desnuda su secreto a Claire (Hoeks)

Exquisita, divertida y bien contada puede tener si, un punto no a su favor. La atención puesta durante una buena porción del film en la reconstrucción de un autómata mecánico no lleva a gran cosa y resulta insulsa e innecesaria. El director italiano recordado por el destacado homenaje al cine, Cinema Paradiso hace este divertimento policíaco aderezado en el excluyente mundo del mercado de obras de arte, sostenido fundamentalmente por la presencia del inmejorable Geoffrey Rush que se arma, se deshace y se vuelve a armar como Virgil Oldman. El reparto internacional se completa con el canadiense Donald Sutherland y el galán inglés Jim Sturgess.