Después de una larga caminata por el centro de Madrid o de una agotadora jornada en las rebajas es probable que nuestros pies, y nuestro estómago, nos pidan una pequeña tregua. Os propongo el lugar idóneo para recuperar fuerzas y poder continuar con vuestros propósitos, la chocolatería de San Ginés.
Encorsetada en un pequeño pasadizo que nos transporta a otra época y a los pies de la Calle Arenal nos encontramos con este histórico local, alabado por muchos por ser el mejor de Madrid para tomar una reconfortante taza de chocolate caliente con una ración de churros. Todo un clásico que no entiende ni de modas ni de crisis. Lleva abierto desde 1894 y no tiene intención alguna de echar el cierre, es más, las claves de su éxito ya han traspasado fronteras. A primera hora ofrece una imagen peculiar, cuando los más madrugadores se entremezclan con los que aún no han pasado por casa tras una larga jornada de parranda.
El Pasadizo de San Ginés es un rincón que te cautiva por los sentidos, primero por la vista, ya que es un espacio singular y presumido. Después, en la librería de su entrada, palpando las tapas y pasando las páginas de sus libros activamos nuestro tacto. Sin que tengamos que caminar un olor dulce e irresistible pondrá en alerta nuestra pituitaria hasta encaminarnos de forma inconsciente hasta esta chocolatería donde dejaremos que el gusto haga el resto del trabajo.
La chocolatería de San Ginés es todo un referente en el arte de fabricar churros y despachar tazas de chocolate. Madrileños y foráneos llevan más de un siglo degustando las bondades de este sencillo menú aunque hay que recordar que este local abrió originalmente como mesón. El espacio, especialmente solicitado los meses en los que el frío de la sierra atiza a Madrid, es un lugar sencillo, un café del Siglo XIX donde destacan sus mesas de mármol blanco.
Ahora la presencia de potentes estufas nos brinda la opción de poder sentarsnos en su terraza y disfrutar de un chocolate al aire libre. A pesar de ofrecer un producto aparentemente sencillo nadie ha podido igualar su éxito. En los días de mucho trabajo llegan a servir hasta 9.000 tazas de chocolate y por su angosto local pasan unos 800.000 clientes al año.
Como curiosidad, decir que esta churrería también ha hecho un pequeño y famoso cameo en la literatura, en Luces de Bohemia, donde aparece como la ‘Buñolería Modernista’. De ahí que muchas de las rutas que hacen un recorrido por las calles de Madrid, recuperando los últimos pasos de Max Estrella, pasan por este punto.
Ya os he dicho al comienzo de la entrada que el sabor de la churrería más famosa del mundo ya se puede disfrutar a miles de kilómetros de Madrid, en un marco completamente diferente. Ya tiene locales en Japón (Tokio y Osaka), en Colombia (Bogotá) y acaba de abrir una nueva sucursal en China (Shanghai). Lo más curioso de todo es que para adaptarse al gusto local, en el mercado asiático, han tenido que ofrecer complementos salados para el churro como queso Cheddar o mole picante mexicano.
Por cierto, los churros se en chino mandarín se llaman «xuanlezi». Sin embargo, aquí somos y seremos siempre mucho más clásicos y no concebimos nuestra ración de churros (o porra, según se quiera) sin una taza humeante de chocolate.
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Mucho más que un mercado