Si bien no compartimos el concepto de nativo digital, como hemos argumentado en diversas ocasiones, sí que somos conscientes del componente de cambio generacional que se encuentra en el sustrato de la sociedad red. Es decir, que aunque no todos los jóvenes viven la red, la gran mayoría que utiliza los medios digitales lo hace de manera diferente a la que lo hacen sus mayores. Esto se nota en la obsesión por mostrar gráficamente sus momentos vividas. Así, las redes sociales se llenan de fotografías y vídeos de momentos cotidianos. Y esta manera de gestionar los recuerdos también es interpretada de diferente maneras por jóvenes y no tan jóvenes. Así, mientras unos, conformados en una sociedad no digital, se obsesionan con la acumulación de estos recuerdos en medios tradicionales, otros dan menos importancia al recuerdo y más al momento. De hecho, desde este prisma, la pérdida de estos soportes supondría un terrible trauma para unos, pero un suceso menos terrible para los otros ¿Qué ocurriría si todas las fotos o recuerdos alojados en la nube desaparecieran de repente?
Sin embargo, esta apocalíptica posibilidad aterra en menor medida a los más jóvenes. Así, quien aterrizó en tuenti hace ocho años, acumulando miles de fotos en poco tiempo, es capaz de migrar sin retorno a plataformas más dinámicas y acordes con sus procesos vitales, como Facebook o Instragram, sin miedo a perder esa memoria digital generada con horas de conexión. El momento es más importante que el legado. Si un perfil es abandonado, gran parte de la producción gráfica asociada al mismo queda enterrada sin remordimientos. A fin de cuentas, los medios sociales son un medio de vida, un carpe diem contemporáneo donde lo importante es mostrar lo que se vive, no lso recuerdos de un pasado más o menos superado. alfonsovazquez.comciberantropólogo