El 19 de Julio de 1936, una columna minera onubense, a la que debía unirse otra compuesta por la Guardia Civil y fuerzas de Asalto, llegó a las proximidades de Sevilla para combatir el golpe militar que acababa de triunfar allí. El grupo, compuesto en su mayoría por jóvenes mineros y campesinos, fue reclutado por políticos republicanos que lideraron la marcha, planeada desde Madrid. Sin embargo, no alcanzaron la capital hispalense. A las puertas de la ciudad, en la barriada de La Pañoleta, los mismos guardias civiles que tenían órdenes de acompañarles les tendieron una sangrienta emboscada.
El resultado: más de una decena de muertos y setenta detenidos encerrados en el Cabo Carvoeiro, la prisión improvisada en un barco de cabotaje atracado en el Guadalquivir.
En sus estrechas bodegas, en pleno verano, permanecieron en condiciones inhumanas y fueron sometidos al fin a un macrojuicio que fue, con toda probabilidad, el mayor Consejo de Guerra celebrado en los albores de la Guerra Civil en España. ¿Puede la memoria de setenta hombres resistir al silencio, al tiempo y al miedo más enraizado? Gracias a las cartas escritas por uno de ellos, sí. En pleno estallido de la contienda, Luis Marín Bermejo, uno de los presos del Cabo Carvoeiro, logró comunicarse con el exterior a través de varios escritos en los que da cuenta de su presidio y arroja datos reveladores.
Los textos permanecieron ocultos hasta la muerte reciente de su único hijo varón, encargado de custodiarlos. A través de ellos, se refleja el calvario que los reclusos soportaron antes y después de ser juzgados por rebelión militar. En La memoria varada, el autor rescata la vida de buena parte de aquellos hombres, reconstruye los sucesos de La Pañoleta y desgrana el proceso judicial que padecieron hasta que el tribunal militar dictó sentencia basándose, para ello, en un hecho insólito que no dejará indiferente al lector.
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