Llevo años escuchando eso de que: "vivo apagando incendios", refiriéndose al estilo reactivo permanente de hacer aquí y hacer allá sin ninguna clase de foco ni criterio, sino solo resolviendo lo que se presente. Más que incendios, se trata del hecho de lanzar pequeñas cubetas de agua a distintas clases de fuego que no necesariamente es útil apagarlos así y que no todos son del mismo tamaño o intensidad.
Digo que todo esto es una mentira porque en la vida práctica, en el mundo real de los "incendios", estos se apagan con conocimiento, entrenamiento y práctica. ¿Qué sería del mundo sin bomberos entrenados? Y sí, el mundo también funciona sin ellos, también los hay sin entrenamiento que con muy buena voluntad y pasión, al momento de atender un incendio, se exponen más y pueden generar más desastres que el fuego mismo.
Se requiere conocimiento
Hace años tuve la fortuna de participar en un entrenamiento en control de fuero. Aunque básico y más orientado a pequeñas eventualidades, me dio las pautas suficientes para entender que el fuego no siempre es el mismo, que hay llamas que se ven y otras que no, que hay llamas más calientes que otras, que la gama de elementos inflamables es amplia, que un tonto con un cigarrillo puede ser letal y que no todo se puede apagar con agua en pequeños baldes.
Al momento de un incendio lo primero y posiblemente más clave sea llegar, entender de qué se trata el fuego, dónde están los recursos para apagarlo, qué más hay alrededor que aún no se ha quemado, a quién hay que evacuar, cuál es la mejor forma posible que tenemos de abordar la situación con el menor uso de recursos y la menor cantidad posible de pérdidas de vidas o personas lesionadas y, sobre todo ¡Cómo salir vivos en el intento por apagar el incendio! También vale aclarar que este y otros análisis deben hacerse en equipo, durante pocos segundos y en la más completa incertidumbre ante llamas crecientes cuyo comportamiento es impredecible.
La ceguera de "vivir apagando incendios" empieza a derrumbarse.
Se requiere entrenamiento
El papel puede con todo. Las teorías y los modelos siempre funcionan... en teoría... El punto es que podemos tener la mejor explicación sobre cómo apagar incendios, pero si nunca nos hemos enfrentado a uno, si nunca hemos cargado un extintor y mucho menos lo hemos usado, si no hemos cargado una pesada manguera o jamás hemos intentado correr treinta metros con un pesado traje de bombero, no sabemos todavía de qué va el asunto.
Lo único que tenemos es una bonita teoría, pero ni siquiera hemos simulado lo que implica enfrentarse al fuego real, incluso así se trate solo de condiciones controladas junto a tu amable y paciente instructor. Sentir todo ese calor, vaciar un extintor grande y ver que la llama no se apaga [doy fe de que] puede llegar a ser una experiencia aterradora.
De nuevo, la falacia tambalea. No sabes apagar incendios porque no tienes práctica apagando uno. Lo que tienes no es más que un cuento (teoría) alrededor de lo que es un incendio, pero no has sentido la presión del tiempo para decidir y actuar mientras la llama caliente flamea frente a tu pesado traje.
Recuerda, hasta ahora vamos solo en el entrenamiento, si haces las cosas bien nadie saldrá herido, es una situación controlada y tu instructor hará lo mejor posible para cuidar su pellejo, el tuyo y el de tus compañeros. Hasta aquí hemos probado las implicaciones, hemos reducido la incertidumbre y la torpeza, pero todavía no hemos danzado de verdad frente al fuego real.
Se requiere práctica
Sí, tan simple como eso. En este punto ya sabemos qua apagar un incendio es una compleja ecuación que exige un plan ejecutado in situ, haciendo uso del menor tiempo posible. Es clave abstenerse de hacer estupideces, hay que saber entrar y salir rápido, asegurarse de que nadie muera ni salga lesionado y en general acabar el asunto de la mejor manera posible.
En este punto de la práctica ni tú ni yo encajamos porque no somos bomberos. Aquí llega alguien ya haya confrontado la teoría, alguien a quien la práctica le ha enseñado cosas valiosas, incluso así haya pagado el precio de una costilla rota o de una cicatriz imborrable. Aquí hablamos de alguien que a saber qué hacer con lo que tiene, incluso así sea solo evacuar y correr porque también entiende que hay ocasiones en las que "apagar el incendio" es una soberbia tontería. Este bombero entiende que la teoría del fuego y los incendios habría que matizarla con las particularidades de cada incendio que ha atendido.
Cómodos con nuestra pequeña llamita
Aprendimos a convivir con nuestra pequeña llama permanente. A esto es lo que llamamos "nuestro incendio". Creemos que lo apagamos cuando en realidad nos hemos acostumbrado a convivir con una llama constante y conocida, una llama a la que le echamos una cubeta de agua pero que luego vuelve y se reactiva en otro lado. Esa llama parece darle una chispa permanente a lo que vivimos. Apagamos aquí y luego se enciende allá... y el ciclo se repite sin cerrarse. Nos tranquiliza porque sentimos que "estamos haciendo algo", que "estamos ocupados", que "estamos haciendo lo que hay que hacer porque no hay otra opción".
Me es inevitable pensar qué sería de nuestra vida si se nos acabaran estas pequeñas conflagraciones ¿A qué o a quién culparíamos de nuestra cómoda incapacidad para de verdad hacernos cargo de cualquier incendio real? ¿Qué es a lo que llamamos incendio? ¿Cuándo asumiremos la responsabilidad de ser bomberos de verdad? ¿Cuándo sabremos en realidad qué es un incendio? ¿Son incendios nuestros o de otros?
¿Vas a seguir apagando llamitas o de verdad te harás cargo de tus incendios reales?
Crédito de la imagen (1): Tomada de http://blog.thewoolroom.com/wp-content/uploads/2012/05/firefighters.jpg