Revista Opinión

La metáfora del cuarto poder

Publicado el 13 noviembre 2018 por Manuelsegura @manuelsegura

La metáfora del cuarto poder

Este verano se estrenó en nuestro país ‘The Fourth Estate’ (El cuarto poder), una serie televisiva documental producida por la cadena estadounidense Showtime en la que sus autoras, dos mujeres, Liz Garbus y Jenny Carchman, repasaban desde las entrañas del diario ‘The New York Times’ el primer año de la presidencia de Donald Trump. En cuatro capítulos, se desgrana el proceso por el cual los periodistas de uno de los medios más influyentes de los Estados Unidos intentan separar el grano de la paja ante alguien que los considera enemigos.

Dean Baquet, editor ejecutivo del periódico desde 2014, fue el primer periodista afroamericano que llegó a ostentar una responsabilidad tan elevada. “Tenemos a un presidente que se siente cómodo mintiendo”, denuncia en la serie. “Y una izquierda que no quiere oír lo que la otra parte tiene que decir, mientras la derecha se siente igual”, apostilla. Desde el primer momento, Baquet se mostró seducido por este proyecto, aunque tuvo que hacer esfuerzos para convencer de ello a la Redacción del diario. Trabajar con una cámara a su espalda nunca es plato de gusto para un periodista de investigación. Si bien intentaban omitir nombres a la hora de hablar con sus fuentes, es normal que en ocasiones se les escapara alguno. El compromiso de las autoras del documental fue cortar esas secuencias. La Redacción contempló los cuatro episodios, ya editados, antes de su estreno, para comprobar que se cumplía el acuerdo tácito.

Hay una escena en uno de los capítulos que resulta especialmente significativa sobre la relación de Trump con la prensa. Es durante un acto político en una ciudad de Arizona, cuando el presidente azuza a los asistentes contra los informadores que cubren la noticia. Les dice que mienten al calificar de blanda su condena por los hechos racistas ocurridos en agosto de 2017 en Charlottesville, en el estado de Virginia. La gente se vuelve contra los periodistas, a los que increpan de forma ostensible. El pasaje recuerda aquel otro de los Evangelios en el que la muchedumbre aclama el indulto de Barrabás y la crucifixión de Jesús. Y Trump, desde el estrado, de todo menos magnánimo ante semejante panorama, sugiere que recojan sus cámaras y micrófonos y se marchen a casa.

Es esta una constante en Trump. En 2016, el entonces candidato republicano calificó al corresponsal de la CNN en la Casa Blanca, Jim Acosta, de ser “toda una joyita”. Ya como presidente electo, en 2017, le impidió preguntar en otra rueda de prensa por pertenecer a una cadena donde, dijo, solo ofrecen ‘fake news’ (noticias falsas). Y la semana pasada volvía a hacerlo, vetándolo y provocando la retirada de su acreditación. No hay duda de que a la CNN, Trump la considera su bestia negra.

El comunicólogo de origen armenio Ben Bagdikian sostenía que los líderes de la democracia, al igual que los brujos, los reyes o los dictadores, suelen desplegar gran celo en el dominio de las ideas y poner la misma ambición en el control de la información que en el de las Fuerzas Armadas. Y hay, incluso, quien cree que la sola idea de que la prensa sea el cuarto poder, junto al legislativo, el ejecutivo y el judicial, resulte apenas una pura metáfora. Como reconocía Bob Woodward en estos días, esa misma prensa que ha mordido el anzuelo de Trump.

[‘La Verdad’ de Murcia. 13-11-2018]


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