Desde que era niña mi abuelito me hablaba de ella y de lo difícil que es para un torero pasearse vestido de luces por su callejón... y mi papá de lo maravilloso que sería ir todos juntos a esa Plaza (sí con mayúscula).
Mi abuelito recién ha muerto, mi papá no ha pisado la plaza aún, pero yo, fuera de toda probabilidad me he colado en un viaje que organizó el Círculo de Estudios Taurinos de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla UPAEP, y al que me han invitado cordialmente, sin saber que me han dado el viaje que cierra con todo, este gran año.
Me resulta increíble poder contarles. Salimos muy temprano, eran a penas 8:30 y el frío se dejaba sentir... el club de fumadores lo resistía con devoción fuera del camión esperando ansiosos y no, a los que venían retrasados. Luego zarpamos: la foto de mi abue, la bota (una Paternina comprada por Ebay), mi Kangol y claro mi Nikon me acompañaron felices al viaje. Fue maravilloso, me sentía entre ansiosa y angustiada, porque no tenía ni idea de lo que encontraría, de verdad que no me imaginaba nada... me resistí a pensarme ahí... por temor a decepcionarme, por temor a no tener nada al final del día.
Pero no fue así...
Me acompañó un gran taurino, lo saludaban a cada paso, Fernando Rascón es muy querido por la gente del toro, conocido de los puestos y de los que lidian con el coso. Como una especie de hija postiza, yo iba a su lado maravillada de todo. Entusiasmada a cada paso hacia lo que seguía.


Luego de comprar los boletos me di una breve sacudida de piernas y sí anduve de mirona, pero no podía moverme mucho... Minutos después llamaron al grupo, todos juntos entramos a la plaza, nos iban a dar un tour por sus entrañas... qué maravilla, qué delicioso... La barda me impresionó ciertamente, los corrales hundidos en una esquina dejaban ver a penas a los toros.





Qué milagroso, pisar el callejón, recorrerlo, olerlo, tocar las tablas, mirar unay otra vez las placas que conmemoran muertes o eventos sorprendentes, como la afición de hombres-crónica o toros voladores con nombres alados... Y escuchar la voz del torilero que desde hace cincuenta y cinco años abre paso al dios sol, sí nuestro toro bravo... Y miré sin sentir la puerta de toriles desde el burladero de matadores, tan alto para mí, como no tienen idea, para foto tuve que pararme de puntitas... jejeje qué cosa...