Hay cosas que obligan a mirar con más atención.
Los ángeles custodiando un vuelo de pájaros sobre unos tejados.
Un caballo griego alocado por un campo de fresas para siempre.
El aire hueco y enfebrecido después de una tormenta.
La fe de la luz cuando acaba el día y los ojos se retiran a su cuartel de bruma.
El abrazo de un niño a otro niño al acabar un juego.
La mano de mi padre cuando toca la mía.
El cielo siempre a medio hacer, la noche siempre tan oscura.
Nunca aprende uno a mirar.
Lo hacemos sin oficio.
No se nos contó de qué manera hacerlo.
Solo extraemos detalles.
Se deja atrás tanto.
La poesía es quien recoge lo que no se ha visto,
todas las cosas que pasamos por alto,
las que no supimos entender,
las que no nos perturbaron.
Es la que lo ordena con paciencia y con esmero.
No flaquea nunca, nunca deja de ser exigente.
