Tras un revuelo muy grande a cuento de la memoria histórica en la ciudad de Madrid, la alcaldesa, Manuela Carmena, decidió encargar a una compañera de luchas, a Paquita Sauquillo, coordinar una comisión que ponga orden en el callejero, estatuas y símbolos de la capital. Esto me ha llevado a leer un libro, Mirada de mujer, que publicó Sauquillo en el año 2000 (Ediciones B). Se trata de un relato de recuerdos con alma autobiográfica que, sin duda, deberá ampliar en unos años.
Mirada de mujer fue culminado en el momento más duro de la dura vida de Paquita Sauquillo. Dos años antes moría su hijo Javier y explica ese terrible dolor como una amputación: "Fue como si me amputaran un miembro que después sigue doliendo. No se supera nunca, tienes que saber vivir amputada y cada día es peor. Cuando muere un padre, o un hermano, el tiempo ayuda a encajar la desgracia; pero cuando muere un hijo es distinto, el tiempo es tu enemigo, te aleja de él, de sus recuerdos; y, como sabes que toda la vida va a ser igual, no quieres que pase el tiempo..."
Y cuando habla de la muerte de un padre o un hermano sabe lo que dice. Relata su relación con el luto precisamente porque su padre falleció cuando ella contaba 14 años. Durante tres vistió de luto en plena pubertad. El primer año, riguroso y los otros dos de "alivio luto". Años después la muerte la visitó y la rondó en forma de asesinato fascista. Su hermano Francisco Javier Sauquillo, abogado, militante del PCE y de CCOO fue uno de los abogados de Atocha "ejecutado" (siguiendo la terminología del superviviente Alejandro Ruiz-Huerta) por una banda ultra la trágica noche del 24 de enero de 1977.
Pero Mirada de mujer no es un libro triste. Es un libro motivador que relata los recuerdos de la autora en un tiempo excepcional de la historia en los que Madrid es el escenario fundamental. Más allá de las luchas, tras una breve estancia en Ceuta, viajamos del Madrid burgués de adolescencia en colegio de monjas al Madrid más obrero y mísero, pasando por una Universidad en ebullición.
Sauquillo se proclama madrileña y, con el conocimiento de la ciudad como fondo, relata un mundo lleno de cine censurado, de enloquecida especulación urbanística, de reuniones clandestinas, manifestaciones y miedos. Tiempos de lucha por conseguir la libertad, tiempos en los que los obreros empiezan a organizarse en las comisiones obreras y los vecinos en las comisiones vecinales.
Paquita Sauquillo un día montaba la primera asociación de vecinos de España en 1964 (aunque existe un pequeño debate con Baracaldo sobre quien fue antes); otro defendía a los obreros de Potasas en 1971 con Carlos Garaikoetxea defendiendo a la empresa y otro, defendiendo de la pena de muerte a miembros del FRAP en los últimos consejos de guerra del franquismo en 1975.
En aquellos años las siglas de los partidos antifranquistas florecían y Sauquillo fundó la maoísta ORT (Organización Revolucionaria de Trabajadores), un partido que con la llegada de las primeras elecciones generales democráticas aún fue ilegal. Fue en las primeras elecciones al Ayuntamiento de Madrid cuando se presentó como candidata a la alcaldía, pero no logró ninguna concejalía. A pesar de ello, Enrique Tierno Galván, e l viejo prfesor, quiso contar con ella, que se negó porque la ciudadanía no la había elegido.
Con los años, unos miembros de la ORT fueron recalando en el PCE y otros en el PSOE. Sauquillo fue de estos últimos aunque tuvo que vivir las tensiones por mostrarse claramente en contra de la OTAN.
Se puede o no compartir las ideas de Paca Sauquillo, pero su Mirada de mujer es un relato elocuente de un periodo que hoy muchos ponen en entredicho. Un relato vivido en primera persona y compartido por un pueblo que fue el verdadero protagonista de eso que convenimos en llamar Transición.
Seguro que en breve os cuento alguna charla que pueda mantener con ella.