Revista Opinión

La miseria política

Publicado el 23 noviembre 2010 por Albertorm

La miseria política En este país las campañas electorales se reinician prácticamente a los pocos meses de haberse celebrado los comicios. Lejos de motivar al ciudadano para ejercer su derecho al voto cuatro años más tarde, esta precampaña permanente en la que se han instalado los partidos políticos provocan un hartazgo en el electorado de consencuencias nefastas para el normal funcionamiento de nuestra democracia. Grandes tasas de absentismo a la hora de acudir a las urnas y un rechazo cada vez mayor hacia quienes dicen representarnos son solo dos ejemplos de los efectos secundarios de la miseria política en la que nos encontramos. No existen líderes que obtengan, al menos, un aprobado en nuestras valoraciones, que nos ilusionen o nos acerquen un poco más a ellos a la hora de explicarnos por qué toman hoy unas decisiones cuando ayer nos habían prometido otra cosa bien distinta. Eso sí, nos atiborran con pancartas, juegos y vídeos que, más que transmitir un mensaje, provocan auténtica vergüenza ajena.
La clase política parece no entender que no nos interesa ver a un candidato sin ropa, envuelto en una toalla, o "disparando" a inmigrantes y nacionalistas, y mucho menos a un votante alcanzando el clímax tras introducir su papeleta en una urna. Nos interesa más saber, por ejemplo, por qué aquellos que provocaron la crisis económica y financiera son los que sienten los orgasmos al ser rescatados una y otra vez de su debacle con nuestro dinero a cambio de aumentar nuestra edad de jubilación, ver reducido nuestro sistema de bienestar o menoscabados nuestros derechos sociales. La clase política parece no entender que queremos que asuman la responsabilidad de sus victorias y el significado de sus derrotas, que ejerzan con sentido de Estado el papel que les ha tocado desempeñar o acepten que, cuando la mayoría ciudadana no acude a votar, es porque está harta de que se comporten como personas más preocupadas por llegar al poder y someterse al dictado de los mercados que por representar a quienes les han dado una confianza que no tardan mucho en defraudar.

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