El apóstol Pablo es un ejemplo de conducta incorruptible en un contexto misionero. Como ciudadano romano, enfrentó muchas situaciones en las cuales los actos de corrupción habrían sido una alternativa, pero se alejó conscientemente de tal posibilidad. Eso quedó demostrado por su actitud en relación con sus privilegios como ciudadano romano, como también en su función como apóstol. Siempre prefirió estar muy prevenido ante las sospechas y trató de conducirse de modo que evitara todo tipo de conjeturas o acusaciones maliciosas. Si se lo acusaba, era sin argumentos ni elementos que pudieran demostrar su participación en ilícitos. Su cautela en relación con el tema lo llevó a trabajar manualmente para sostenerse y lo impulsó a preocuparse por brindar todas las garantías de transparencia en el manejo de los fondos de la colecta que se recaudaba para los pobres de Jerusalén. El clímax de su resistencia y oposición a la opción de corrupción fue su negativa a conseguir la libertad vía soborno. El ejemplo de Pablo desafía a los cristianos latinoamericanos a actuar sin extremismos éticos (aislamiento total del mundo o participación ciega). Llama a buscar, partiendo siempre del contexto de la comunidad cristiana, una actitud de «sal y luz» en medio del contexto de corrupción.
Dado el contexto de estructuras corruptas en América Latina, es imperiosa la necesidad de un testimonio radical y contundente frente a la corrupción. No alcanza con cambiar individuos, sino que se debe apuntar también a las estructuras. ¿Qué razones existen en una sociedad que acepta institucionalmente la corrupción, para ser una persona justa y honesta? Pablo responde en armonía con las enseñanzas de Jesús, que no alcanza con cumplir lo mínimo que marca la ley «social» en estos casos, sino que los cristianos deben dar un paso más allá, un esfuerzo de amor por el bien de todos. La integridad de la vida y conducta, en el compromiso activo con la comunidad cristiana, será determinante para alcanzar un testimonio efectivo, partiendo de la fe cristiana, en la corrupta sociedad latinoamericana.Claridad en cuanto a la autoridad en la misión cristianaLa Biblia contiene el mandato de llevar a cabo la misión mundial, que es una necesidad de todo cristiano. En tal sentido, se deben evitar dos extremos: el fanatismo religioso, que despliega un celo irracional que incluso utilizaría la fuerza o métodos coercitivos para obligar a creer y erradicar la incredulidad, y el pluralismo religioso, que alienta una tendencia totalmente contraria, sosteniendo que todas las religiones llevan a Dios. La Biblia no sólo impulsa a los cristianos a la evangelización mundial, sino que también proporciona el mensaje para la tarea. El mensaje no necesita ser inventado: hay un solo evangelio (1 Co. 15:11; Gl. 1:6–8) y ya está definido, pero también se adapta culturalmente a todos aquellos a quienes se predica. El compromiso de la revelación debe combinarse siempre con el compromiso de la contextualización. En otras palabras, debemos combinar la fidelidad con la sensibilidad, el estudio constante del texto bíblico con el estudio constante de la escena contemporánea. Sin duda, el contexto de corrupción latinoamericana influye directamente en la lectura e interpretación de las verdades de la Escritura.Es bien conocido el aforismo que dice que el texto sin el contexto es un pretexto. Debemos tenerlo en cuenta al tomar en serio el contexto de corrupción. En general, la referencia al contexto se limita al contexto históricoinmediato del texto bíblico en cuestión, o sea el Sitz im leben del escritor y sus circunstancias. Nunca se debe minimizar que «la Palabra de Dios nos habla en una palabra humano histórica». Lo que se plantea aquí, sin desmerecer con ello la importancia de considerar siempre el contexto del texto, es el contexto del intérprete, o sea, su locus theologicus. En el caso latinoamericano, el contexto de corrupción generalizada influye directamente sobre el intérprete. La opresión como lugar teológico—tal como ha sido privilegiada por la teología de la liberación latinoamericana—es sólo uno de los posibles lugares hermenéuticos para presentar la fe en el Hijo de Dios. «Toda teología cristiana que sea fiel a su origen bíblico, y sea por ello histórica, tiene que tomar absolutamente en serio los signos de los tiempos para su reflexión.»Advirtiendo de antemano que nada de lo que sigue existe en un estado puro o absoluto, el autor puntualiza a continuación algunos de los efectos negativos de la corrupción en la interpretación de las Escrituras.1) Autoridad de la Palabra de Dios. Uno de los efectos más difundidos de la corrupción sobre la interpretación bíblica se relaciona con el concepto de la autoridad de las Escrituras. Sin poner en duda la autoridad intrínseca de la Palabra de Dios como revelación, el autor advierte que frecuentemente se utilizan citas bíblicas, o se mencionan las Escrituras, para imponer un criterio personal. Como ejemplo se puede mencionar el frecuente uso de conceptos bíblicos por parte de los mandatarios de los países latinoamericanos, para apoyar o justificar sus acciones. Esto se produce también a nivel particular, en el uso que hace la gente de citas bíblicas para justificar sus pecados.
2) Manipulación. Como agravante del punto anterior, se produce la manipulación de los oyentes de la Palabra de Dios, bajo el pretexto de predicarla fielmente, para conducirlos a través de diversos mecanismos a la aceptación de las propuestas de algunos líderes inescrupulosos. Hay personas que, por medio de tales maniobras, se aprovechan de la buena fe y de la desesperación de sus oyentes. Tales individuos o movimientos atesoran numerosos bienes y fama, a costa de la gente desesperada, a la que llenan de falsas promesas e ilusiones (extraídas mayormente de la Biblia).
3) Materialismo. La corrupción se desarrolla especialmente en sociedades fuertemente impregnadas por el consumismo y el materialismo. Bajo el argumento de que «el fin justifica los medios», muchos cristianos entienden que pueden participar de actos corruptos, con tal de que sirvan «para la extensión del reino de Dios y para su gloria». Esta argumentación se encuentra en total disonancia con el mensaje bíblico. En la tercera sección se profundizará más el tema.
4) Herejías. El peor producto de la corrupción en la interpretación bíblica es el surgimiento de herejías cristianas. Los movimientos «pseudoevangélicos» han aprendido eficazmente del contexto social la distorsión de la verdad. Hábilmente se dedican a la interpretación y exposición de las Sagradas Escrituras con fines tendenciosos, corruptos y particulares. En este caso, la corrupción se transforma en el método de interpretación.
5) Desconfianza. El resultado de estas influencias, provenientes del contexto de corrupción, en la interpretación bíblica es la desconfianza. Aquellos cristianos que carecen de una sólida preparación en el arte de la interpretación bíblica se sienten impotentes y preocupados de que su interpretación pueda resultar herética y desequilibrada. Por otra parte, los letrados en la materia pueden sentirse afectados por la desconfianza de sus oyentes o lectores. Es así como todo puede ponerse en duda y quedar bajo la sombra de la sospecha. La desconfianza es enfermiza y no forma cristianos seguros de sí mismos ni de su fe. Produce una total ambivalencia en lo relativo a los valores y a la pertinencia de la fe cristiana, precisamente en un contexto de corrupción.La Palabra de Dios debe ser la autoridad innegociable para la motivación, los métodos y el contenido de la misión cristiana. La Biblia, como autoridad en contra de la corrupción, es palabra de libertad, de justicia y de paz.